Estábamos acostumbrados a oír hablar de la deslocalización de
las grandes empresas. Lo que no imaginábamos es que este fenómeno
llegaría tan pronto a Mallorca. Pues aquí lo tenemos ya. Una
empresa emblemática de nuestra isla, Majórica, que ha paseado
durante décadas el nombre de Mallorca por el mundo, prácticamente
desaparece como tal. ¿Los motivos? Básicamente esa globalización
económica tan cacareada y que consecuencias tan funestas está
teniendo para las economías de los países desarrollados. Así las
cosas, el coste laboral en el primer mundo es desorbitado en
comparación con el de los países pobres, que casi esclavizan a sus
ciudadanos.
Las empresas más grandes, que pueden permitirse esos traslados
kilométricos de sus fábricas, no se lo piensan dos veces y,
calculadora en mano, consiguen la cuadratura del círculo. Tanto es
así que en el expediente de regulación de empleo presentado por la
empresa no figuran nombres ni apellidos de los trabajadores
afectados, sino sólo números.
Pues en eso nos hemos convertido por obra y gracia de la
globalización, en números productivos fácilmente
intercambiables.
Ahora la producción perlera más emblemática de Europa, de alta
calidad y reconocida en todo el mundo, se traslada a países
asiáticos, donde, probablemente, perderá sus cualidades
tradicionales, dadas las características de los sistemas de
fabricación de esas naciones. Hoy nos queda el resultado: 236
personas que pierden su empleo, un centro de producción cerrado y
una ciudad, Manacor, que ya sufría una crisis prolongada en otro de
sus sectores productivos, los muebles, que ve cómo se esfuma una de
sus formas de vida. No será fácil remontar la crisis para una isla
que se ve cada día más abocada al monocultivo turístico.
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