Antonia Vidal es una de las 1.600 personas que sufren parkinson
en las Islas. Para ella todo empezó un día, cuando en una de las
clases de reclaje de catalán a las que asistía, «no pude acabar la
frase y me salía una letra muy pequeña, cuando yo siempre había
tenido una letra preciosa», apunta.
El siguiente paso fue ir al traumatólogo donde le diagnosticaron
artrosis. Y es que uno de los problemas que presenta la enfermedad
es la dificultad de diagnóstico, especialmente cuando los síntomas
se presentan a edades más jóvenes como fue su caso.
Asumir la enfermedad es otro de los retos más importantes que
tienen estas personas «aunque sea una enfermedad que no es mortal,
ni es hereditaria, pero no deja vivir porque es progresiva y
degenerativa», explica.
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