Una vez finalizada la misa de Pascua, la Familia Real, con Letizia Ortiz, posó para los medios de comunicación allí congregados. Foto: SEBASTIÀ AMENGUAL

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Fue una misa de Pascua diferente a la de años anteriores. Por varios motivos. Ayer, un mes después del trágico 11-M, el oficiante, el obispo Jesús Murgui, nuevo en la plaza, recordó en el sermón a las víctimas y pidió por ellas. Por otra parte, no era fácil entrar en el templo catedralicio. Primero porque en la puerta los servicios de seguridad de la Casa del Rey registraban bolsos e incluso cacheaban. Y, segundo, porque la Seu estaba a rebosar de gente.

Tampoco fue igual a la de años anteriores porque los duques de Palma y los de Lugo llevaron a misa a sus hijos. Bueno, a todos no, porque el pequeño Miguel se había quedado en Marivent, pero sí estaban Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, y Juan Valentín y Pablo Nicolás, que aguantaron casi la hora que duró el oficio solemne como cuatro campeones. Tampoco fue igual porque a la misa asistió Letizia Ortiz, futura reina de los españoles. Y a Letizia no se la ve todos los días en Palma, con su prometido y sus futuros cuñados, suegros y sobrinos.

En realidad, no se la había visto nunca, aunque a decir verdad, se la vio el Viernes Santo saliendo de los cines Porto Pi con el Príncipe y los críos, a poco de haber aterrizado en Palma tras haber volado desde Miami, donde registraron sus maletas en el aeropuerto. Pero, en el cine, la vieron sólo unos pocos, no como ayer, que había un par de miles de personas pendientes de su llegada, de sus movimientos, de su salida, además de las cámaras de televisión que captarían hermosas y entrañables imágenes, que a través de los distintos telediarios mandarían a todos los puntos del país, así como la flor y nata de la prensa nacional, que rebotaría la noticia a todas partes. No era lo mismo, desde luego.

Pedro Prieto