El XXII Congreso de la Federación Mundial de Comunidades
Terapéuticas reunió en el Poble Espanyol de Palma a unos 600
especialistas. Pero faltaron cien. Todos ellos, colombianos y
ecuatorianos, terapeutas de reconocido prestigio, fracasaron en su
intento de obtener un visado del Gobierno español en sus países de
origen. Según confirmó a Ultima Hora Gabriel Mejías, presidente de
la Federación Latinoamericana de Comunidades Terapéuticas, entre
los expertos que se quedaron sin poder asistir al congreso de Palma
destaca el presidente de la Comunidad Terapéutica de Ecuador, un
sacerdote terciario capuchino, cuya identidad no quiso hacer
pública. «Los suramericanos que necesitamos visa para entrar en
España tuvimos que gestionar la visa durante tres largos meses. De
cien solicitudes presentadas en distintas ciudades de Colombia
(Bogotá, Medellín, Cali), sólo nos autorizaron 40. A un ponente
colombiano, Efrén Martínez, le negaron en dos ocasiones la visa y
la consiguió finalmente, por intermedio del Opus Dei», explicó.
Gabriel Mejías dijo que ante la situación planteada, miembros
del Proyecto Hombre en Balears (organizadores de las jornadas)
pidieron ayuda al delegado del Gobierno, Miquel Ramis. «Envió
(Ramis) una carta a embajadas y consulados, y el personal
diplomático dudó, incluso, de la autenticidad de la misiva.
Después, sencillamente, la ignoraron», dijo Mejías. El presidente
de la Federación Latinoamericana de Comunidades Terapéuticas
ofreció ayer una rueda de prensa para referirse a los «niños de la
guerra», término que engloba a unos 11.000 adolescentes
colombianos, y que representa uno de los dramas humanos más
dolorosos para la conciencia mundial. Esos jóvenes son reclutados
por la guerrilla en poblaciones campesinas, alejados de las grandes
urbes, y son «adictos a la violencia, no a las drogas, en
principio, aunque luego son obligados a consumirla», explicó
Mejías, un sacerdote que tuvo la oportunidad de conocer
personalmente un campamento de guerrilleros al mediar en un
secuestro de un familiar.
«Lo más importante que debe sentir un muchacho sometido a
tratamiento tras su traumático paso por la acción guerrillera es el
amor, sentirse amados, abrazados, que alguien se preocupe de ellos.
Ya lo dijo Gabriela Mistral (poetisa chilena, Premio Nobel de
Literatura): si no amas no eduques», añadió. Dijo, en ese contexto,
que pudo conocer personalmente testimonios «desgarradores» de
chicas de 13 años, «obligadas a mantener relaciones sexuales
diarias con hasta ocho guerrilleros». Contó que un jovencísimo
«niño de la guerra» esgrimía un fusil «adaptado a su peso y
tamaño», y que cuando le preguntó qué era capaz de hacer con esa
arma, respondió: «Póngame a prueba y verá». «Lo más triste de
todo», subrayó, «es que todo ello es el ejemplo diario de la
notable violencia que sacude a Colombia, la peor de toda su
historia, en la que se asocian narcotraficantes y guerrilleros en
una alianza 'perfecta', porque los unos aportan dinero para comprar
armas, y los otros protegen los terrenos donde se cultiva la
droga». Indicó que los graves atentados terroristas de Estados
Unidos y Madrid, «han generado un solidaridad mundial, que
lamentablemente, no tiene continuidad en el drama de Colombia, un
país, pese a todo, maravilloso, lleno de gente linda que lucha por
su futuro».
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