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Debido a la conjunción de su trabajo y de su género, al nombrarlas, en más de una ocasión se crea una confusión lingüística llegando a ser confundidas con el monedero de toda la vida. Las mujeres carteras llevan años introducidas por completo en el mundo profesional y ya no sufren ningún tipo de discriminación sexual. En la actualidad, el porcentaje de mujeres y hombres carteros se iguala bastante y se podría decir que es de un 50 por ciento. En Palma, en las tres unidades de distribución existentes, hay 167 auxiliares de clasificación y reparto -habitualmente conocidos como carteros- que se desplazan en moto y 76 a pie. A pesar de ello, no se puede negar que las carteras son el lado más femenino de Correos. Carmen Sobrino lleva 17 años en esta profesión y se podría afirmar que es una de las primeras mujeres repartidoras. Aparte de que la plantilla ha aumentado considerablemente en los últimos años, Carmen no ha apreciado ninguna diferencia con el paso del tiempo y de los años. Además, reconoce que nunca, ni antes ni ahora, ha padecido ningún tipo de discriminación por su condición femenina.

El horario de trabajo de estas profesionales es de 7.00 a 14.00 horas. Su jornada laboral se inicia con la separación y clasificación de envíos postales por calles, lo que en su propio argot se conoce como «embarriar». Una vez acabada la labor de clasificado, se procede al reparto por las distintas zonas de Ciutat, dependiendo del sector de cada uno de estos profesionales. Carmen Barco lleva cuatro años dedicándose a este oficio y asegura que la lluvia es el peor enemigo del cartero, ya que «el papel es totalmente incompatible con el agua». Por su parte, Elisa José, con 16 años de experiencia como cartera, asegura que lo que más le gusta de su trabajo es «el contacto con la gente; te distraes mucho», aunque reconoce que, en ocasiones, es un poco cansado porque «te tiras toda la mañana andando y en algunos edificios no hay ascensor y tienes que subir a pie». Su trabajo es digno de alabar porque ellas son portadoras de buenas y malas noticias, de importantes regalos, de algún que otro pellizco monetario o de las tradicionales postales de Navidad o de San Valentín.

Samantha Coquillat