En el programa de actos programados para dar a conocer el Monastir
de la Real y su entorno, la histórica Sèquia den Baster -de orígen
islámico y en fase de declaración como Bien de Interés Cultural por
parte del Consell de Mallorca-, fue objeto de una excursión
organizada por la Comunitat de Missioners dels Sagrats Cors y las
Associacions de Veïnats del Secar de la Real y de Sant Bernat y
guiada por el investigador Antoni Gorrías, quien explicó los
avatares del aprovechamiento de los manantiales en torno a la
Granja.
El itinerario partió del paseo de Esporles en dirección al Camí
Vell des Correu, hasta llegar al pintoresco Pont de la Creu,
conocido también como «de la turbina», por su situación contigua a
la ruina del imponente Molí de la Turbina, inmerso en la vegetación
y que antaño, mediante un salto de agua de veinte metros, impulsaba
la importante industria textil de la villa, la cual llegó a contar
con 110 telares entre 1898 y 1924. Desde este punto y por el camino
peatonal de montaña, la excursión siguió en dirección a los bellos
parajes de la Sèquia de la Granja, las viejas canalizaciones y el
Ullal de la Font Major, siguiendo el curso de un agua vital para el
frondoso valle y su comarca.
Se da la circunstancia, indicó Gorrías, de que el uso del
líquido elemento procedente de na Bastera para el consumo de Ciutat
fue desde la Conquista fuente de controversias. En 1356, el rey
Pere concedió a los Jurados la posibilidad de juntar estas aguas
con las de la Font de la Vila, por lo que en 1371 se ordenó la
canalización, pero el abad de la Real puso pleito y no llegaron a
entrar en la ciudad hasta que en 1590 se hizo firme la propuesta
para un abastecimiento invernal. Las sequías afectaron el cauce a
su paso por ecamp pelat y su llegada definitiva a la urbe no se
produjo hasta 1702.
Gabriel Alomar
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