La acequia, a su entrada a la torre de piedra donde se ubicaba la turbina. Foto: GABRIEL ALOMAR

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En el programa de actos programados para dar a conocer el Monastir de la Real y su entorno, la histórica Sèquia den Baster -de orígen islámico y en fase de declaración como Bien de Interés Cultural por parte del Consell de Mallorca-, fue objeto de una excursión organizada por la Comunitat de Missioners dels Sagrats Cors y las Associacions de Veïnats del Secar de la Real y de Sant Bernat y guiada por el investigador Antoni Gorrías, quien explicó los avatares del aprovechamiento de los manantiales en torno a la Granja.

El itinerario partió del paseo de Esporles en dirección al Camí Vell des Correu, hasta llegar al pintoresco Pont de la Creu, conocido también como «de la turbina», por su situación contigua a la ruina del imponente Molí de la Turbina, inmerso en la vegetación y que antaño, mediante un salto de agua de veinte metros, impulsaba la importante industria textil de la villa, la cual llegó a contar con 110 telares entre 1898 y 1924. Desde este punto y por el camino peatonal de montaña, la excursión siguió en dirección a los bellos parajes de la Sèquia de la Granja, las viejas canalizaciones y el Ullal de la Font Major, siguiendo el curso de un agua vital para el frondoso valle y su comarca.

Se da la circunstancia, indicó Gorrías, de que el uso del líquido elemento procedente de na Bastera para el consumo de Ciutat fue desde la Conquista fuente de controversias. En 1356, el rey Pere concedió a los Jurados la posibilidad de juntar estas aguas con las de la Font de la Vila, por lo que en 1371 se ordenó la canalización, pero el abad de la Real puso pleito y no llegaron a entrar en la ciudad hasta que en 1590 se hizo firme la propuesta para un abastecimiento invernal. Las sequías afectaron el cauce a su paso por ecamp pelat y su llegada definitiva a la urbe no se produjo hasta 1702.

Gabriel Alomar