El día de ayer ha pasado ya a formar parte de la historia de
España con motivo de la boda del Heredero de la Corona, don Felipe
de Borbón, con la que ya es su esposa y, por tanto, Princesa de
Asturias, doña Letizia Ortiz. El enlace despertó una inusitada
expectación en todo el país. Y es que todos los ciudadanos
comprendían que, más allá de una historia de amor entre dos
jóvenes, este matrimonio tiene una especial trascendencia por lo
que respecta a la sucesión dinástica.
Si hasta el momento Felipe de Borbón ha ido asumiendo funciones
de representatividad institucional con vistas al futuro de la
institución y de la monarquía parlamentaria, doña Letizia deberá ir
asumiendo unas funciones que la Corona ha ido dibujando a lo largo
de estos años de democracia en nuestro país. No podemos olvidar que
el Rey, de acuerdo con los sucesivos Gobiernos de nuestro país, ha
tenido que ir delimitando y perfilando el papel que debía jugar
como máxima representación del Estado, pero también como un
elemento de cohesión y de consenso en momentos especialmente
críticos, desde la difícil transición hasta el golpe del 23-F.
Si ayer hablábamos del ejemplo y de la ayuda que don Juan Carlos
ha representado y representa para su hijo, debemos resaltar también
el papel que puede desempeñar y que, sin duda, desempeñará doña
Sofía con su enorme experiencia, con su ejemplo y con su apoyo a su
nuera y futura reina.
El futuro de la institución depende en gran medida de la
capacidad que ha tenido don Juan Carlos y de la que en el futuro
deberá tener don Felipe y sus sucesores para dotarla del contenido
necesario para que siga siendo, como lo es hoy, un elemento que nos
une a todos pese a nuestras divergencias.
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