Se ha dado un paso adelante en el restablecimiento de la
normalidad en Irak, según consideran los expertos al analizar la
resolución de las Naciones Unidas sobre el asunto. No es la mejor
de las propuestas, a juicio de los dirigentes españoles, pero menos
es nada. En realidad el texto concede los recursos naturales y
financieros al recién nombrado Gobierno iraquí, que asumirá el
poder el 30 de junio. Y establece que la fuerza multinacional
dejará de ser de ocupación para convertirse en herramienta de
control y garantía de la seguridad.
Se cree que este pequeño paso adelante supondrá una paulatina
aceptación de la nueva situación por parte de los ciudadanos
iraquíes, que rechazan masivamente la ocupación extranjera.
Pero las cuestiones políticas son una cosa y la seguridad es
otra, y de no resolverse este punto no se conseguirá un avance
significativo. Porque a nadie se le escapa que Irak hoy es un lugar
peligroso donde operan mafias y grupos radicales de todo pelaje.
Devolver la normalidad y una cierta esperanza de futuro a un país
en esas circunstancias no será tarea fácil, porque es dudoso que de
pronto los iraquíes vean en los militares extranjeros a unos
aliados que sólo buscan su bienestar, cuando hasta ahora han sido
rechazados.
Sólo la aprobación de una Constitución democrática y la
instauración de un sistema de leyes que garanticen respeto a los
derechos humanos e igualdad podrán conseguir un país libre, algo
complicado si asumimos la enorme influencia que hoy ejercen allá
algunos líderes religiosos contrarios, por ejemplo, a la
emancipación de la mujer.
De cualquier forma, que los países representados en el Consejo
de Seguridad de la ONU se pongan de acuerdo ya es algo.
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