Una vez más la sombra del terrorismo ha planeado sobre nuestro
país, aunque todavía no se descarta ninguna hipótesis sobre la
autoría del ametrallamiento ayer en Navarra de dos guardias civiles
que perdieron la vida cuando pretendían dar el alto a un conductor
que había cometido una infracción. Pese a que todo parece indicar
que podría tratarse de delincuentes comunes, lo cierto es que la
forma de reaccionar de estos asesinos no difiere en nada del más
puro terrorismo.
Dos jóvenes agentes han sido las víctimas de este suceso que ha
provocado la lógica conmoción e indignación entre sus compañeros,
la clase política y la ciudadanía entera. Las circunstancias de su
muerte son un cúmulo de fatalidades que nos han traído a todos a la
mente la manufactura de la banda terrorista ETA, aunque el estilo
de estos «verdugos» no sea el habitual de los asesinos etarras.
Sea como fuere, lo cierto es que nuestro país no es tan seguro
como antes y parece ser que a los viejos conocidos etarras debemos
sumar ahora a los recién llegados del terrorismo islámico -contra
los que siguen practicándose detenciones- y a decenas de mafias
organizadas procedentes de los países del Este y de algunas zonas
de América Latina, que resultan tan peligrosos como todos los
anteriores.
Se impone un enorme esfuerzo de coordinación entre las
diferentes fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y un minucioso
y entregado trabajo por parte de los servicios de inteligencia
nacional para destapar una a una todas estas tramas que están
convirtiendo España en paraíso de toda clase de gentuza que
encuentra aquí un excelente refugio, un punto de acceso a Europa y
quizá más permisividad que en otros lugares.
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