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JAIME MOREDA
Los toros son listos y los que saltaron ayer a la plaza de toros de Muro, viendo que no iban a servir para la lidia, ellos mismos se rebozaron en la arena como si ésta fuera pan rallado para ser degustados tras ser freídos. Porque ni para estofado. O quizás es que antes habían estado en la playa y querían seguir retozando. Qué desastre. Ni uno de los seis aguantó toda la lidia en pie. Hubo caídas para todos los gustos: de los cuartos delanteros, de los traseros, de medio lado, resbalones, incluso uno dio una espectacular voltereta tras clavar las astas en el albero. Todo un espectáculo, lamentable, pero espectáculo al fin y al cabo.

Con este panorama lo normal es que los tres toreros se hubieran marchado de vacío del coso murense, pero nada más lejos de la realidad. Los tres salieron a hombros por la puerta grande. ¿Cuáles fueron los motivos para este triunfo? Muy sencillo. Las gentes de Muro, que están de fiesta, tienen una generosidad impagable. Algún aficionado se atrevió a silbar la oreja que le cortaron a los dos toros de Puerto. ¿Cómo se atreven? Algo muy gordo tiene que pasar en las plazas de toros de Mallorca para que un diestro se vaya de vacío. Lo que ya no es de recibo es que los subalternos de Víctor Puerto pidieran con vehemencia al presidente que otorgara la segunda oreja al cuarto de la tarde. Señores, «un poquito de por favor», como diría Fernando Tejero. Generosos, todo, pero gilipollas, no.

En cuanto a lo taurino, de Puerto, nada de nada. Dávila Miura hizo una más que aceptable faena a su primer astado que le valió dos orejas, y Rafael de Julia, tras lograr una oreja en el tercero gracias a una buena estocada (algún entendido dijo que había pegado en la faena de muleta tres grandes pases, que yo no vi. Quizás es que pestañeé otras tantas veces y me los perdí), logró otra en el sexto, al que mató de pinchazo, casi media y tres descabellos. Eso sí, en esta faena instrumentó unas series de muletazos por ambos pitones que, sin ser nada del otro jueves, no estuvieron nada mal.