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En Estellencs, último pueblo con instalaciones turísticas de nuestro recorrido por la Serra de Tramuntana, percibimos la atmósfera de un pasado remoto en sus empinadas calles de suelo empedrado, bajo la omnipresente mole del legendario monte Galatzó.

Vetustas torres de defensa, integradas en la iglesia en forma de campanario y en algunas viviendas como en Ca'n Po, expresiva denominación de sugerentes resonancias en estas tierras donde abundan las historias de fantasmas, impregnan de una secular atmósfera medieval este rincón fuera del tiempo.

Enclave de antiguos caserones entre bucólicos huertos como los de la era d'En Garriga o el Molí de Ca's Torrer, que forman una verde hondonada hasta la cala flanqueada por acantilados de color siena. Al mar se llega por una angosta carretera poco apropiada para el tránsito rodado, que representa una aberración en este paisaje dormido en tiempos pretéritos.

Tras descender la pendiente alcanzamos el mirador que nos asoma a la playa de piedras en la que existe un antiguo chiringuito con toldilla bajo una larga escalinata. Una terraza idónea donde tomar un refresco o incluso zambullirnos desde su pequeño embarcadero. Ante nuestra vista, se perfila el varadero y una interesante sucesión de escars cerrados con barreras donde se guardan las barcas y que forman una arcada de piedra, frente a la que se bañan turistas y residentes.