El Gobierno de Zapatero ha comenzado las rondas de negociaciones
en busca de un respaldo parlamentario que apruebe finalmente los
Presupuestos Generales del Estado del año que viene. La primera
reunión tuvo lugar ayer con ERC y hoy continurán las conversaciones
con Izquierda Unida, que pide una mayoría de izquierdas que avale
un presupuesto social.
Parece que ha llegado la hora de poner fin a ese período de paz
y de total confianza que ha disfrutado hasta ahora el Gobierno
socialista, y de definir con claridad un modelo político, al margen
de los intereses que persiguen cada una de las comunidades
españolas.
Zapatero no lo va a tener fácil, a no ser que ponga orden y
establezca como premisa para la negociación la exclusión de
cualquier reclamación que se aleje de lo meramente presupuestario.
El presidente debería evitar incluir en estas conversaciones temas
como la reforma constitucional u otras iniciativas legislativas que
añoran determinadas autonomías. Ahora se habla del dinero público,
del de todos los españoles, y no de otras cuestiones que bien
pueden servir de moneda de cambio para conseguir sacar adelante los
próximos presupuestos.
El Gobierno debe tener en cuenta al conjunto de la sociedad y no
intereses particulares e individualistas que, sin duda, tendrán en
breve otro foro de debate. De no ser así, Zapatero puede empezar a
perder el control de un Gobierno que preside en minoría. Es la
primera prueba a la que deberá enfrentarse en solitario.
De él depende que quede hipotecado el futuro o que salga
adelante un proyecto político económico que beneficie a todos los
españoles.
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