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La Trapa y sa Dragonera están en buenas manos. Ese binomio de paisajes exquisitos que se miran, tan cercanos y tan distintos, son estos días el refugio de los chicos del voluntariado ambiental organizado por el GOB, que ya celebra su séptima edición. Son 15 jóvenes de entre 16 y 26 años y 4 monitores los que participan en estas tareas de reforestación y ayuda medioambiental en estas zonas tan peculiares y de ecosistemas frágiles. Los volutarios además de repoblar y recuperar la arquitectura, toman conciencia de la vida en contacto con la naturaleza. «Éste es el objetivo del curso, el compromiso medioambiental de los más jóvenes», afirmaba Tomeu Calafall, director general de Medi Ambient, que ayer debía de visitar a los chicos, pero que el viento le echó para atrás en sus planes. Con él estaban Martí Mayol, director de sa Dragonera y Joan Daviu, representante de la obra social de CAM.

Al otro lado, en la isla de sa Dragonera estaban los chicos luchando contra la fuerte Tramuntana que les complicaba aún más la tarea de repoblar una pequeña zona de la isla con acebuches, una especie propia del terreno, muy fuerte y que responde bien al mal tiempo, como el que ayer hacía.

Los chicos se habían levantado con la puesta de sol para hacer los desayunos y ponerse enseguida a picar los hoyos, sembrar la joven planta y protegerla de los animales con una estructura metálica. Muy organizados, los voluntarios trabajan hasta la hora de comer. Después hay un tiempo de descanso que aprovechan para tomarse más de un baño en las fantásticas aguas de sa Dragonera. Por la tarde, los monitores les muestran a los jóvenes otras realidades mediante la realización de diferentes talleres, como el de democracia participativa, de cartografía para que se sepan situar en la montaña, de ornitología o el de comercio justo. Según Catalina Piris, del servicio de educación medioambiental del GOB y directora del campamento, «los chicos están haciendo un trabajo fantástico. Es un grupo muy participativo y todas las actividades les han enganchado». Y añade que «son experiencias muy gratificantes. Por ejemplo, toda la comida es ecológica y equilibrada. Les sienta muy bien. También les enseñamos a hacer compra responsable».

Manel es un voluntario, de Palma y de 16 años. Él se apuntó por consejo de un amigo y la experiencia no le ha decepcionado. Queda muy agradecido por la tarea del GOB y por tener la oportunidad de participar en este campamento. Recuerda la dureza de la semana de trabajo anterior cuando estuvieron en La Trapa, situada justo enfrente de sa Dragonera. Allí realizaron una labor de cerramiento que evitará que las cabras deforesten la zona. Pero como dice él: «No es trabajar por trabajar. Con el tiempo, cuando veamos la evolución, tendremos nuestra recompensa». Todavía le quedan unos días para disfrutar de su labor medioambiental, de los amigos y de las puestas de sol de esta entorno paradisíaco.

Tolo Llabrés