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Levantarse en Eivissa es harto complicado, sobre todo si uno se ha ido a dormir muy prontito, es decir, por la mañana, es decir de día, es decir, después del after. ¡Qué duro es este trabajo!

La intención de hoy era hacer la visita cultural que se merece la isla blanca, cargada de historia, de zonas rurales, de pueblos con encanto y de lugares insospechados. No todo es noche, noche, noche y playa. Pero que le vamos a hacer, mejor otro día, no hay tiempo para más y hoy toca bailar en Formentera.

Veinticinco minutos en llegar a la pequeña isla, se recomienda si se puede coger el barco rápido e ir en cubierta, ya que dentro el lugar no es ningún hotel de cinco estrellas y las olas pueden llegar a hacer mella en el estómago. El billete ha costado casi 20 euros, pero no se olvide el certificado de residencia o el D.N.I. y no lo tenga caducado, porque sino el viajecito le saldrá por casi 30 euros. Ida y vuelta, claro.

Tras cruzar el estrecho de es Freus llegamos a Formentera con dos ideas claras en la cabeza: alquilar un motorino y comer una ensalada payesa, la típica del lugar. Lo primero lo hacemos con una tremenda ilusión en es Pujols, localidad situada a seis kilómetros del puerto de la Savina. Elegimos el Moto Rent Mirada, donde alquilamos una Piaggio por 30 euros, más 18 por el casco. Es la mejor forma de conocer la isla, y es que Formentera vive a dos ruedas. Despacito y con buena letra, aunque uno preferiría que el vehículo llevara además dos ruedecilas más como las bicicletas de cuando éramos muy pequeños, iniciamos la visita. La primera impresión es que no has hecho nada original, ya que aquí todo el mundo va en motorino. Eso sí, ves algún que otro coche, más de un mehari o 4L, y alguna que otra bicicleta. Se supone que este es un lugar paradisíaco y hippy, donde la tranquilidad es su razón de ser y donde el italiano es el idioma «oficial». Vamos a comprobarlo.

La noche ibicenca ha sido dura, así que lo mejor será ir a comer. Nos han recomendado fervientemente el restaurante «Pequeña isla» de La Mola , a 17 kilómetros del puerto. El menú se basa, por supuesto y únicamente en ensalada payesa; para que nos entendamos es una especie de trempó con trocitos de pan moreno macerado en el propio jugo de la ensalada y trocitos de pescado seco. Im-presionante.

La ensalada, suficiente como plato único, se lo aseguro, un agua y un cortado con hielo, 11,10 euros. Bien.

Hoy en La Mola es día de mercadillo, el más característico de la isla junto al que se vive a diario en es Pujols. Pero se instala a las cuatro de la tarde y como es pronto decidimos ir hasta el Faro de Formentera, lugar predilecto para los turistas. Allí éstos se dan cuenta de lo que significa vivir en una isla y lo que debía significar antiguamente.

Han bastado un par de horas para confirmar que Formentera es una «colonia» italiana, o en su defecto, catalana. Como en Eivissa, también aquí todo el mundo es guapo, perfecto y maravilloso.

El mercadillo es fantástico, pero es más de lo mismo: anillos, pendientes, pulseras, creps, pareos, souvenirs...

Volvemos hacia la «civilización», no sin antes detenernos en el mirador que hay en un restaurante con el mismo nombre. Desde ahí se ve prácticamente toda la isla, todas las playas y calas, es algo... Seguimos a dos ruedas y sobre ellas es inevitable ir tarareando aquella canción de hace dos veranos del grupo italiano Luna Pop: «...Dame una moto, la especial me encanta/dame una Vespa y te llevo de marcha/Y que fantástico dar vueltas/con los pies sobre sus alas/en tu Vespa Especial Kit/te quita problemas/Y que fantástico dar vueltas/por colinas y montañas/en tu Vespa Especial Kit/te quita problemas».

La dirección es la playa de Migjorn, una espectacular y larguísima zona de baño, con aguas increíblemente limpias y trasparentes. Eso sí, mucha gente, eso sí, mucho italiano.

En Formentera hay muchas cosas necesarias, pero una de ellas sin duda es llevar una gorra o similar, ya que en toda la isla no hay una puta sombra. Perdón. Y aunque parezca mentira no es que me ponga colorao, es que en Formentera hay coches y te adelantan en plan Fernando Alonso; que a uno, que no es ni mucho menos Valentino Rossi sobre la moto, le provoca temblor en las piernas.

Estábamos en el Migjorn; allí está el Blue Bar, mítico lugar donde, como en Eivissa, la gente, es decir los italianos, van para disfrutar de la puesta de sol. También en Formentera el atardecer es un buen negocio. Pero nuestra idea es ir donde no va todo el mundo, así que nos subimos a los 50 caballos que tenemos dirección playa de Illetes, en la punta D'es Pas, al norte total de la isla. En ella vive el Bigsurlife, un chiringuito sobre la arena misma de la playa donde te sirven jarras de cócteles y unos nachos buenísimos a pie de orilla. Y que no falte la música, con unos gigantones bafles junto a las hamacas. Aquí Manolo Sumers diría que to er mundo es guapo, to er mundo etá moreno y to er mundo es italiano.

La noche ha caído y como tenemos que devolver nuestro vehículo volvemos a es Pujols. Allí dejamos la moto, que la cambiamos por una intrépida bicicleta, forma de desplazarse muy recomendable en Formentera para los que están acostumbrados a pedalear. Pa' los otros, la moto.

Volvemos al Bigsur para disfrutar desunset y tras bailar un poquito sobre una tarima repetimos visita a es Pujols, donde se instala por la noche el mercadillo más característico y bonito de la isla. En esta localidad es donde permanece la única discoteca de Formentera, «Bananas», que declinamos entrar muy amablemente por falta de «gasolina».

Es hora de irse a dormir, ya que el barco de vuelta a Eivissa nos sale a las siete de la mañana. Tres horas después de conciliar el sueño entramos en la ducha. ¡Horror! «Recepción dígame. Oiga soy el de la habitación 213 y no hay ni luz, ni agua. Ah sí, perdone la molestia, pero es que se ha ido la luz en es Pujols, y cuando pasa eso, que es muy a menudo, la mitad nos quedamos sin luz y la otra con, y esta vez nos ha tocado a nosotros. Prego; pues pídame un taxi para dentro de 15 minutos por favor. Yo lo haría, pero es que los taxistas en Formentera son un poco comodones porque tienen mucha clientela, y a estas horas no creo que venga ninguno hasta el hotel. Le recomiendo que se plante en la parada que hay aquí en frente hasta que aparezca uno».