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Veintiocho años de historia, la mayoría de ellos como partido de la oposición, y 16 congresos plagados de debate político y búsqueda de alternativas para convertirse en el referente del nacionalismo insular se ponen este fin de semana sobre la mesa en el 17º congreso del Partit Socialista de Mallorca (PSM). Es un congreso que, con formato asambleario, tiene todos los ingredientes de un auténtico proceso de «refundación».

El PSM se juega algo más que la sustitución de sus dirigentes históricos. Entre el sábado y el domingo, el PSM pone a prueba su fortaleza como organización y, por encima de todo, su crédito político y su capacidad de influencia.

La historia arranca en 1975, el mismo año de la muerte de Franco, cuando un grupo de activistas de organizaciones diversas decidieron poner en marcha un proyecto que se materializó en febrero del año siguiente con la creación de Partit Socialista de les Illes (PSI).

Según el acta fundacional, que lleva fecha del 18 de febrero de 1976, los promotores del partido que, un año después, sería el PSM (las iniciales de una empresa «ficticia», Promocions Socials Illenques) fueron Celestí Alomar, Antoni Tarabini, Sebastià Serra, Francesc Obrador, Antoni Campins, Nini Quetglas, Josep del Hoyo, Aina Sitges, Angel Muerza y Gabriel Feliu. Profesores de instituto, personas vinculadas al mundo de la cultura y técnicos como Pere Sampol apoyaron aquel movimiento nacionalista incipiente que dio sus primeros frutos en las elecciones municipales de 1979.

Mateu Morro llegó poco después. Procedía de la comunista OEC. Tras las elecciones, el PSM vivió su primera escisión. Un grupo de militantes, entre ellos Eberhard Grosske, lanzaron Esquerra Mallorquina.

La mejor etapa del PSM es la que va de 1991 a 1995. Fueron los años en que, por el desgaste que ocasionó al PSOE su paso por el Gobierno central y su incapacidad para acceder al Govern, el PSM se vio como «primera fuerza de la oposición». El entusiasmo reinaba entre las bases y dirigentes. Finalmente, roto el sueño, Morro y una figura clave del PSOE balear (Joan March) sentaron las bases de lo que sería el «Pacte de Progrés».

Hasta que gobernó (concretamente en el Consell de Mallorca) el PSM celebraba sus congresos a la vista de todos. Sus discusiones eran interminables y profundas. Pero discutían sobre proyectos. Sus asambleas están llenas de frase célebres, como la que pronunció una noche Damià Pons en defensa del pragmatismo: «No alcanzaremos la luna tirándole piedras». Entre la realidad y la utopía: así definió el historiador Antoni Marimón la historia del PSM.

Ese ha sido el eterno dilema del PSM.