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Los jóvenes de estas Islas se ven obligados a destinar el 66 por ciento de su salario a la compra de vivienda, porcentaje que en el resto de España alcanza «sólo» hasta el cincuenta por ciento. Y eso si la hipoteca es a 25 años, porque cuanto más corto sea el plazo, más cara resulta cada mes. Son cifras que ponen la carne de gallina a cualquiera. Siempre a lo largo de la historia fue difícil independizarse y conseguir formar un hogar propio, pero hoy el proceso se hace más cuesta arriba si cabe. Porque para completar este preocupante panorama, los salarios de Balears no son precisamente los más holgados del país. De ahí que en nuestra Comunitat resulte más arduo el camino hacia la vivienda propia. Según esta misma estadística, los jóvenes de Balears deben dedicar el trabajo de 14 años a la compra de un piso, mientras que en otras regiones -Extremadura o Castilla la Mancha- sólo cuesta de cuatro a seis años. Son diferencias demasiado grandes que denotan, por un lado, el elevado nivel de vida que disfrutamos aquí, pero, en contrapartida, las dificultades son también exageradas. Se han combinado varios factores que determinan esta situación: tipos de interés históricamente bajos, facilidades a la hora de conseguir un préstamo, y un nivel de empleo también satisfactorio. Todo ello al tiempo que el resto de productos financieros ven caer su rentabilidad, lo que empuja a posibles inversores a mirar con codicia el mercado inmobiliario, provocando a su vez el alza de los precios.

Al final, el pato lo pagan los jóvenes en edad de acceder a su primera casa, de forma que deben ser ellos los destinatarios de las ayudas promovidas desde las instituciones. No es momento, como piensa el Gobierno, de pensar en rebajar las ventajas fiscales por la compra de vivienda.