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La nevada de anteayer nos ha traído a la memoria la otra gran nevada de 1956, donde muchos de los que ahora peinamos canas éramos niños, adolescentes y jovencitos, los menos.

Tumy Bestard, agente consular USA, recuerda aquella nevada como algo emocionante. «Sólo había visto la nieve en las películas, nunca en directo. Recuerdo que con unos amigos estuvimos paseando por el Marítimo y que nos liamos a tirarnos bolas de nieve. Creo que entonces nevó más que el otro día».

Paco Frau, asesor de Cort, vivía en una finca cercana al aeropuerto. «El campo se puso blanco y nosotros, para salir de casa, tuvimos que quitar mucha nieve. Solíamos ir a Palma en carro y ese día no pudimos. El camino estaba completamente nevado. Por aquel entonces yo hacía mis pinitos como cazador, por lo que recuerdo que la caza se nos puso muy fácil, ya que los animales bajaban de la montaña o salían de sus madrigueras para comer».

Cristóbal Carrió, maestro jubilado, dice que la recuerda como si hubiera sido ayer. «Hacía 4º en el instituto. Por la mañana fuimos a clase mientras nevaba, pero no prestamos mucha atención, tanto es así que por la tarde los profesores nos dieron libre. Algunos nos fuimos a la plazoleta que hay donde estaba el cine Actualidades, frente a la Audiencia, y nos pasamos más de una hora tirándonos bolas de nieve».

El galerista Gabriel Vanrell vivía en Muro. Tenía nueve años y era monaguillo. «La primera mañana tuvimos que quitar nieve de delante de la puerta de casa para poder salir. Como no había televisión, como ahora, que a través de los telediarios te cansas de ver nevadas, los críos, y también muchos mayores, no teníamos referente de nieve, por lo que nos asombró a todos. ¡Y qué frío que hacía! En casa, a falta de calefacción, tuvimos que combatirla con brasero y leña».

El pintor Onofre Prohens vivía en los Hostalets, «y aquella mañana fui a la casa de es Molinar, en la que pasábamos el verano. Recuerdo que a causa de la nieve no fue fácil entrar en ella, y que en el tejado había más de medio metro de nieve. Hacía mucho frío, y como no había calefacción, teníamos que echar mano de estufas y braseros. Al día siguiente fui a Sineu y casi todo el mundo estaba preocupado por la cosecha pensando que si después de la nieve helaba todo se echaría a perder».

Pedro Prieto
Fotos: Andreu Negre