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Todo el país mira hoy hacia Madrid, hacia el Congreso de los Diputados, donde se celebra el pleno más atípico en muchos años. Por primera vez en la historia de la joven democracia española, un presidente autonómico acude a esta tribuna a defender una reforma de su estatuto de autonomía, una propuesta que ha suscitado toda clase de opiniones. Es tal la expectación, que la televisión lo retransmitirá en directo y los ciudadanos podremos vislumbrar, acaso en parte, qué es lo que pretende Juan José Ibarretxe, lehendakari de los vascos, aunque parece que va a pedir que el plan se debata en el Parlamento y que se abra la posibilidad de discutirlo y analizarlo con tiempo.

Pero la institución le concede sólo media hora para su exposición, transcurrida la cual Ibarretxe deberá abandonar la tribuna. Sin derecho a réplica, será contestado por dos rivales de altura: el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy. La votación arrojará un resultado demoledor para el vasco: el 91 por ciento de la Cámara lo rechazará. Y ahí terminará la tramitación parlamentaria del texto, aunque no la aventura soberanista del lehendakari ni el afán reformador de algunas autonomías. Detrás viene Catalunya, que tiene que encajar las ideas socialistas (Maragall es el president) con las independentistas de sus socios de gobierno; y Canarias, que está elaborando una reforma estatutaria que ponen en cuestión los más constitucionalistas.

Así que la nación entera asiste al comienzo de un proceso complicado del que nadie es capaz de augurar un final. De vuelta a casa, Ibarretxe llevará su plan al programa electoral para la cita con las urnas de esta primavera, que ya se plantean como un plebiscito, de forma que volveremos a oír hablar del asunto. Y mucho.