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La ONG de Calvià Voluntarios sin Fronteras, además de dos miembros de S'Institut de Serveis Socials, ya han llegado a Phuket. Los equipajes, que consistían en maletas y 23 bultos de medicinas y material escolar, no habían aparecido a la llegada, señal de que se habían quedado en alguna parte. El empleado de la «Thai» nos pidió paciencia y que aguardáramos al siguiente vuelo, que a lo mejor llegaban. Y llegaron, todos excepto cuatro.

Antes de que abandonaran el centro sanitario, los voluntarios fueron entrevistados por los colegas de una televisión ucraniana, que nos contaron que siguen buscando a dos compatriotas desaparecidos en una de las playas del norte de la isla. En los alrededores de la zona, que se llama Patong Beach, hay dos playas, la que atiende por el mismo nombre, y otra, un poco más alejada llamada Karon Beach, ambas muy largas, cuyas arenas, a costa de pasarlas por mil cedazos, han quedado completamente limpias, pero prácticamente vacías. Un hombre de uno de los chiringuitos que se mantienen en pie en esta última, tras el paso detsunami, nos decía que el año pasado por estas fechas, en cuanto a bañistas los había en un número infinitamente superior a los que hay ahora. Lo que no hemos visto, afortunadamente, han sido muertos, ni tampoco hemos olido a muerto, como sucede en Banda Aceh. Tampoco hay niños ni viejos abandonas en las calles, sino mucha normalidad.

En Phuket, isla del amor previo pago, isla del pecado, pero isla bella, en pleno Índico, azotada recientemente por etsunami, hay dos días en que esta prohibido el consumo de bebidas alcohólicas: el día del cumpleaños del rey y el día de elecciones. Ayer fue día de elecciones, y hasta la medianoche, ni catarla.

Con las valijas ya en nuestro poder, nos buscamos hotel, alquilamos un furgón y en media hora larga estábamos sacando la ropa de la maleta y colgandola en la percha del armario. Calor pegajoso, poco soportable, así que pantalón corto y camiseta, como en verano, y a la calle. Como el reparto de material, tanto en colegios como en hospitales, no había tiempo de hacerlo ayer, sino que lo hemos dejado para hoy siempre y cuando no logremos pasaje para la isla de Phi Phi, que no está fácil, al menos para lo que pretendemos hacer en dicha isla, haremos uno de esos dos repartos, de lo contrario nos iremos a la isla más azotada de las que componen el archipiélago de Phuket, donde Antonio Martí y su esposa estuvieron a punto de perder la vida arrastrados por el maremoto. Y decimos que está difícil, porque intentamos comprarlos en dos agencias, pero nos dijeron que para hacer escala en el lugar, naranjas de la china, ya que los tailandeses no quieren más imágenes de horror.

En la furgoneta que hemos alquilado, los chicos de Voluntarios sin Frontera, que son Antonio Palazón, Andreu Llabrés, Juan Bennassar y Pilar y Carmen Sancho, han colocado la bandera mallorquina. «Maria Antònia Munar está hablando tanto de lo mallorquín, de la bandera de Mallorca y de «La Balanguera» que nos hemos dicho que ¿por qué no? hay que llevarla donde estemos», explican. El chófer nos ha prometido que nos va a llevar a dicha isla por 40 euros, a través de uno que tiene una barca. ¿Será verdad?

Tras los dos intentos fallidos en otras tantas agencias de viajes, nos acercamos al hospital, de cuyas paredes, sobre todo las de la entrada, cuelgan numerosas fotografías de desaparecidos, ya oficiales, y de los todavía no encontrados.

Carmen, que es enfermera, ha hecho una gestión en el hospital. Pero allí le han dicho que deje las medicinas que trae y que deje también dinero. Lo único que interesa es eso, medicinas y dinero. «¡Pero es que soy enfermera y lo que quiero es trabajar, que para eso he venido!», replica. «Pues si le apetece, trabaje en cuidados intensivo», le contesta la otra. Carmen, que quiere saber a quién van a parar las medicinas que ha traído, le dice que se lo pensará, pues antes de dar la contestación definitiva ha decidido probar en otros hospitales.

Pedro Prieto