La película ¿Bailamos?, protagonizada por Richard Gere y Jenifer
López, está causando sensación en las escuelas de baile de salón.
Si no en todas, sí en la mayoría. Tanto es así que seguramente
pocos bailarines, consumados y recién iniciados, no la han visto.
Sebastián Victory, propietario del salón-escuela Victory, donde han
aprendido a bailar numerosos mallorquines, reconoce que We sell
dance ha influido positivamente, «vamos, que se ha notado. Al menos
desde que se exhibe, algún indeciso se ha decidido a aprender y se
ha apuntado». ¿Conocen la historia de We sell dance? Es simple:
abogado del Estado (Richard Gere), felizmente casado (con Susan
Sarandon), pero aburrido por la rutina cotidiana, un día, yendo en
el metro, cuando éste sale a la superficie, descubre una escuela de
baile, y a través del cristal a una bella señorita (Jenifer López).
Tras dudar, se apunta. Y... pues lo demás no lo cuento.
«He visto la película y a cada uno de sus personajes -dice
Victory- les he ido poniendo nombres y apellidos, pues son los
típicos que vienen a inscribirse como alumnos. Vienen con las
mismas dudas, con idénticas intenciones... Algunos a los cuatro
meses lo dejan, bien porque se dan cuenta de que no les va, o de
que no se acoplan con su pareja, mientras que otros, la mayoría,
siguen, unos únicamente con la intención de desenvolverse bien en
la pista de baile, otros, los menos, con deseos de convertirse en
bailarines de competición o de baile deportivo, lo cual requiere
una gran preparación, que se consigue a costa de no pocos
sacrificios y muchas horas de ensayo, además de cierto desembolso
de dinero, pues para competir has de ir vestido adecuadamente, y la
ropa de baile no es barata». Hablando de dinero, hoy, inscribirse
en un curso de baile de salón de dos meses de duración puede costar
alrededor de los 40 euros por persona. No está mal, ¿no? En cuanto
a los bailes que se dan en las escuelas, el abanico es muy amplio:
fox trot, tango, pasodoble, vals inglés, vienés, etc., aunque hoy
por hoy «la gente está volcada en la salsa y ritmos caribeños en
general».
Aparte de que en los últimos años se suelen apuntar muchos niños
y jóvenes a las escuelas, la mayor parte de bailarines suelen ser
de 30 años para arriba, «personas que no saben adónde ir, pues
están cansadas de discotecas y de bares, o personas a las que les
gusta bailar y a su pareja, si la tienen, no -apunta Victory-. ¿Que
cómo llegan? La mayoría un poco despistados. Quieren aprender,
pero, realmente, no saben lo que quieren, entonces te dicen que son
torpes y... bueno, pues casi todos se dejan dirigir. Los hay que
vienen con su pareja, los hay que vienen solos y entonces les
acoplamos una pareja». Noches atrás estuvimos en dicha escuela
viendo en acción a profesores y alumnos, distribuidos en distintas
salas de acuerdo a los ritmos que bailaban. Había de todo.
Avanzados, más o menos patosos, pero todos con ganas de superar
adecuadamente la lección, siempre bajo la atenta mirada del
profesor y profesora, que cuantas veces fuera necesario interrumpía
para rectificar movimiento o poses. Y lo más importante de todo:
que los alumnos se divertían y se lo pasaban muy bien.
Pedro Prieto
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