El sábado pasado, por iniciativa del conseller de Medi Ambient,
Jaume Font, el paseo entre el mirador de ses Barques y Cala Tuent,
con parada -y bajada, antes- a sa Costera, cobró actualidad. O al
menos se habló de él. Y quién sabe si a partir de ello son más los
caminantes que lo recorren. Cuentan, si no nos engañaron -que no
creemos, porque para qué-, que el recorrido lo hicieron el propio
Font, acompañando al presidente del Govern, Jaume Matas, varios
directores generales y Bernardí Coll, batle de Mancor de la Vall,
que hizo de guía, en tres horas cincuenta minutos. No está mal,
aunque no nos extraña, pues nos consta que Matas y Bernardí, sobre
todo, están en muy buena forma. Dos días después de esta gesta, con
una compañera de Ultima Hora, hicimos el mismo recorrido, que
recomendamos que realicen alguna vez. Entre otras cosas, porque
disfrutarán del paisaje, descubrirán una Mallorca que ni se
imaginan y harán ejercicio.
A las 9,45 arrancamos desde el mirador de ses Barques. Buen
calzado, ropa cómoda y bien abrigados (anorak y guantes). En la
mochila, unos bocatas, dos naranjas, un yogur de soja desnatado y
un quesito de 75 gramos, también desnatado. Y agua. Al principio se
hace fácil el camino, ya que vamos por una suave cuesta abajo,
rodeada de árboles por todas partes. El cielo, aunque ligeramente
encapotado, da la impresión de que no se va a portar mal. Tras
dejar a nuestras espaldas las casas de Bàlitx d'Amunt, llegamos al
primer cruce. Una vez en él, ¡ojo!, la ruta está señalizada con una
flecha. Háganle caso, y síganla, que aunque a mitad de camino
parezca que no es por ahí, sí es por ahí. Lo advierto porque
nosotros, pensando que no era por ahí, regresamos, tomamos otro
camino pensando que era por ahí y nos dimos una vuelta en balde que
nos hizo perder 45 minutos. De regreso al cruce, ahora sí seguimos
la indicación, y por un empedrado y bastante estrecho camino,
llegamos a Bàlitx d'Enmig, del que quedan sólo unas casas
derruidas, sin techo.
Seguimos medio kilómetro cuesta abajo hasta entrar en el valle
que el camino corta por su mitad. Frente a nosotros, en las
alturas, por entre dos montañas, asoma el Puig Major completamente
blanco a causa de la nieve que ha caído durante la noche pasada. Y
al fondo, tras descender a la izquierda, comenzamos a ver por entre
los árboles la empedrada torre de Bàlitx d'Avall, un agroturismo
que atravesamos para comenzar el ascenso al Coll de Miramar, no muy
alto, pero con algunas de sus rampas tan pronunciadas, que la
conversación va poco a poco dejando paso a los silencios, que a su
vez son ocupados por constantes jadeos. En un momento determinado
hay que desabrocharse el anorak y unos metros más arriba,
quitárselo. Es cuando notas que el sudor corre por tu espalda y el
pelo, a la altura de la nuca y el que cae sobre la frente, comienza
a empaparte. Aunque la temperatura exterior es relativamente baja,
la corporal es bastante elevada. Una paradita, otro traguito de
agua, y a seguir ascendiendo por aquella escalera de piedras que
alguien en el pasado construyó, pero que el tiempo -sobre todo sus
cambios meteorológicos y el paso por ella de la gente-, ha ido
deteriorando. Alguien contó que el sábado, algunas conselleras
invitadas a dar ese paseo desistieron, no sé si por conocimiento o
por intuición de sus repechones. La verdad es que no veo escalando
esas rampas a Rosa Estaràs, Aina Castillo, Mabel Cabrer o Rosa
Puig.
Pedro Prieto
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