TW
0

La ignorancia, el apego y el enfado constituyen las tres perturbaciones que afectan el equilibrio mental del ser humano impidiéndole alcanzar la paz espiritual, asegura la monja budista Guen Kelsang Rigden, a partir de su larga experiencia en las prácticas de la enseñanza y la meditación. El Centre Budista Potala de Palma ofrece todos los meses un amplio programa con numerosas charlas y prácticas religiosas entre las que destacan temas como el impartido ayer: «¿De dónde surge el enfado?», que tuvo una amplia participación de público. Es un tema tratado en el libro «Cómo solucionar nuestros problemas humanos» de Gueshe Kelsang Gyatso, guía y maestro espiritual del centro, director de la Nueva Tradición Kadampa y fundador de 600 centros budistas y que a través de sus 19 publicaciones ha acercado las enseñanzas budistas al modo de vida occidental.

¿Cómo podemos combatir nuestro deseo de venganza cuando alguien nos perjudica? «La mejor manera de hacerlo es combinar la práctica de la paciencia con un método para generar compasión. Cuando una persona nos perjudica, además de reconocer que lo hace porque está dominada por sus engaños, debemos pensar que también se está haciendo daño a sí misma. Si nos adiestramos de este modo, sentiremos compasión por ella de manera espontánea y nuestro odio y deseo de venganza desaparecerán», indican los maestros. El camino del amor es otro de los temas recurrentes del centro, que mantiene la puerta abierta a cuantos sientan la necesidad de alcanzar la paz interior. «En este mundo ajetreado, las experiencias de felicidad son breves y efímeras. Los estados mentales negativos, como el deseo y el odio incontrolados, causan innumerables problemas tanto a nosotros mismos como a los demás e impiden satisfacer nuestros más profundos deseos», indican las enseñanzas budistas.

Ataviada con los característicos atuendos de vivo color amarillo y granate, que simbolizan la sabiduría y la concentración, pilares entrelazados esenciales para alcanzar la plenitud, Guen Kelsang Rigden indica que en el caso del amor «es imposible sentir el mismo sentimiento o compartir los mismos gustos y aficiones. No nos podemos fundir ya que cada uno experimenta su propia sensación y nunca se comparte la misma». Nada permanece, todo es cambiante e imprevisible. De ahí que la soledad siempre prevalece, «ya que somos como ríos que discurren paralelos y que a veces se encuentran pero tienden a separarse». Un sentimiento que, advierte, no hay que confundir con el apego que es egoísta y fundamentado en una falsa confianza de felicidad. Ignorar la realidad y revestir al otro de una imagen creada por nuestra propia fantasía constituye la ignorancia, otra de las perturbaciones que enumera el budismo como fuente de desdichas. «Cada persona ve lo que su mente le ofrece y cada mente es diferente», recalca, mientras advierte que la percepción de la realidad es muy subjetiva y nada es lo que parece. Pero la chispa divina está en cada uno de nosotros.

Gabriel Alomar