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T.L/C.A.
El obispo de Mallorca, Jesús Murgui, alegó el domingo por la mañana, tras la información aparecida en Ultima Hora sobre la concentración espontánea de un grupo de 200 personas, que los responsables de la Seu no abrieron las puertas de la Catedral de Mallorca la noche en que murió el Papa, ya que «en principio pensamos que se trataba de la misma gente que el viernes noche se reunió en la iglesia de La Concepció para hacer una vigila». «En su momento -dijo Murgui- se les ofreció la iglesia de Sant Miquel para que rezaran el rosario; sin embargo, ellos dijeron que preferían estar en la calle. De tal manera, en la que medida en que yo también soy responsable de la Seu, tengo que decir que nadie me solicitó que la Seu abriera las puertas».

El Bisbat de Mallorca volvió a reiterar ayer que «el hecho de que algunas personas hayan protestado no significa que una gran mayoría lo haya hecho. Se trata, en todo caso, de un grupo reducido de gente. El Bisbat constató que nadie, durante el día del sábado, hizo la petición para que la Seu permaneciese abierta. Se ofreció la iglesia de Sant Miquel, que estuvo abierta hasta pasadas las ocho de la tarde del sábado, después de la misa. Y sólo se cerraron las puertas al constatar que nadie entraba en el templo para realizar las oraciones. Las personas que se pusieron en contacto con el Bisbat reiteraron, en todo caso, que preferían hacer sus rezos en la calle».

Más allá de las declaraciones del obispo, lo cierto es que la noche en que murió el Papa fueron muchos más los que se acercaron a la Catedral para rezar por el alma del Pontífice. Algunos miraban al campanario, desde donde, de vez en cuando, se asomaba uno de los sacristanes de la Seu y le gritaban: «Obriu ses portes». Después las protestas por la falta de iniciativa se han ido continuando. Incluso se han hecho extensivas a la falta de pronunciamiento del obispo Murgui durante el periodo de agonía del Sumo Pontífice. No hizo declaraciones ni durante las últimas horas del Papa, ni nada más morir éste.