Apenas unos días después de la muerte del papa Juan Pablo II, la
parca se lleva a otro personaje histórico, Rainiero de Mónaco, a
los 81 años. Víctima de una salud deteriorada desde hace años, el
príncipe monegasco deja tras de sí una época que ya no volverá. Si
bien Rainiero de Mónaco ha sido popular por la constante presencia
de su pequeño principado -200 hectáreas, 32.000 habitantes y casi
5.000 empresas- y de su familia en las páginas de la prensa del
corazón, lo cierto es que el soberano -que ha ocupado el trono
durante 56 años- se lleva el mérito de haber convertido su pequeño
territorio en un país rico e independiente.
Dejando de lado los dimes y diretes que han prodigado sus
famosísimos hijos -que han dado a conocer al mundo entero su
pequeño país-, el príncipe asumió el trono de un reino de opereta y
luchó con tenacidad para darle un nombre y un lugar en el mundo. Y
lo logró, transformándolo en lo que es hoy: un paraíso fiscal e
inmobiliario, una meca deglamour y del turismo y un Estado
independiente que ha conseguido mantener a raya las aspiraciones
anexionistas de Francia y que incluso tiene representación en la
ONU y en el Consejo Europeo.
Ahora asumirá sus obligaciones su hijo varón, Alberto, de 47
años, que desde pequeño se ha preparado de cara a este momento.
Soberano de un Estado moderno y desarrollado, el heredero nunca se
ha casado y no tiene descendencia, un detalle que en pleno siglo
XXI debería tener poca importancia, al estar garantizada la
supervivencia de la casa Grimaldi a través de sus hermanas. Hacia
el futuro, sólo cabe esperar una línea continuista que mantenga
estable la economía y el nombre de Mónaco y su famosa familia
principesca.
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