Anteanoche no fue fácil acercarse a ver al Papa yacente en el
baldaquino de San Pedro, que es donde han instalado su capilla
ardiente. Un grupo de valldemossins lo intentó haciendo cola
durante ocho horas pero tuvieron que desistir viendo que, siendo ya
media noche, aún les quedaba por hacer más de la mitad del
recorrido. Otros dos matrimonios mallorquines, los Ferragut-Fornes
y los Esteve-Coll, optaron por madrugar ayer y plantarse en la cola
a las 5.00 horas. A las 19.30 horas consiguieron ver al Papa.
«Fue larga la espera, pero mereció la pena», coinciden los
cuatro, que mitigaron el hambre durante ese tiempo a base de
galletas de Inca. «Beber, lo mínimo, porque allí no había baños
cerca». Y para pasar el tiempo, rezo del Rosario y mucha tertulia.
«Había gente que se quería colar, pero entre todos lo
impedimos».
La situación era difícil, porque había que hacer cola por etapas
antes de llegar a la vía de la Conciliacione, que es la recta que
va directamente a la plaza de San Pedro. O dicho de otro modo, para
llegar hasta esta arteria, tenías que hacer cola durante tres o
cuatro horas en otras colas. Porque como intentaras colarte,
tampoco podías. Siempre había un carabinieri que te salía al paso y
te mandaba regresar por donde habías llegado.
Una polaca, a quien Antoni Contestí, director general de
Relacions Institucionals del Govern, le preguntó que cuánto llevaba
esperando, le dijo que nueve horas. Pero lo peor para ella, y
quienes estaban con ella, aproximadamente un par de cientos de
miles de personas, era que dos horas después, sobre las dos de la
madrugada, según se había escuchado por los altavoces en seis o
siete idiomas, se interrumpían las visitas a la capilla ardiente
por espacio de tres horas, hasta las cinco, lo que suponía añadir
tres más a lo que llevaban esperando. En fin, que llegar hasta los
pies del Santo Padre era cuestión de mucha devoción y fe, además de
paciencia y fortaleza.
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