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Si quieren darse un pellizco en el alma, pásense por el Centre de Cultura Sa Nostra y vean «Dones d'Àfrica, el cercle de la pobresa», magnífica exposición que llega a Palma de la mano del Fons Mallorquí de Solidaritat i Cooperació. A través de las historias de mujeres africanas que explica Montse Pablo, ilustradas con fotografías de Cati Cladera, nos damos cuenta de que el Sur nada tiene que ver con el nombre; que lo que allí es un problema de supervivencia aquí no tiene la menor importancia; que, por ejemplo, cinco euros, que es lo que nos gastamos aquí en una copa, allí supone la mitad de lo que percibe al mes Jeanne Ilbondo, una abuela que tiene a su cargo seis nietos huérfanos del sida, con lo que los tiene que alimentar y pagar la escolaridad y los libros.

Porque el Sur, que se gasta, como el Norte, la mayor parte de su presupuesto en armas, olvida a los huérfanos, a las viudas, a las madres solteras, etc., y obliga a pagar la enseñanza, los libros, el médico... A través de esta exposición, conocemos también cómo es Sally Sallogo, viuda con seis hijos, dos de ellos gemelos. Sin paga ni recursos, ha de salir a pedir. No tiene para que su hijos vayan a escuela, ni siquiera para pagar los libros; Khristine Kaboré, madre soltera a quien dos hombres hicieron otros tantos hijos y que se debe ganar la vida para alimentar a los suyos a base de vender ropa de niño.

Rosalie Segdo, una joven que siendo niña sufrió una ablación y lo que supuso esto para ella; Elie Bakala, de 44 años, madre de 6 hijos, uno de los cuales se lleva con ella al trabajo de picapedrera, diez horas cada día en la cantera, para poder comprar piedras por cuatro euros que quince días después, con suerte, vende por seis; Andrea Komvolbo, embarazada, perdió a su hijo a poco de nacer. Se ganaba la vida vendiendo lotería, pero como no le daba se hizo prostituta. Gana 7 euros por servicio jugándose la vida, pues el índice de sida en su país es alto. Es hermana de un sacerdote que desconoce en qué está ocupada, y que quiere llevársela con él; o Zama Sawadogo, víctima del levirat: no quiso casarse con el hermano de su marido al morir éste, como manda la tradición, y fue marginada en su poblado.

Pedro Prieto