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Palma celebra, un año más, su particular Feria de Abril en un ambiente festivo y concurrido, a pesar de los actos de protesta protagonizados en la jornada inaugural. A la anunciada y ya clásica concentración del Lobby per la Independència, que pasó algo desapercibida, se sumó la de los funcionarios del Ajuntament de Palma, en su mayoría policías locales. Nadie puede discutir el derecho de los policías municipales a manifestarse, pero a muchos ciudadanos les ha disgustado que convirtieran durante casi una hora lo que tenía que ser una fiesta en una algarada. Cuesta aceptar que los mismos que, fuera de servicio, abucheaban a la alcaldesa hoy llevan puesto el uniforme de la Policía Local y patrullan la ciudad para hacer cumplir la Ley y las ordenanzas. Es posible que haya faltado espíritu negociador por parte del equipo de gobierno de Cort, pero el espectáculo de anteanoche podía haber sido evitado.

En cuanto a la feria en sí, y la conveniencia o no de celebrar una feria andaluza en Mallorca, es un debate estéril que no conduce a nada. Cualquier celebración festiva, lúdica o cultural debe ser bienvenida, y más cuando recibe el beneplácito de miles de ciudadanos, de origen andaluz y de cualquier otra procedencia, incluidos miles de mallorquines. Que Cort financie la adecuación del solar para poder celebrar esta feria y otros eventos entra dentro de lo lógico, y que se apoye a un colectivo como la colonia andaluza, la más numerosa de las peninsulares en las Islas -noventa mil personas-, también, pero un año más la celebración de esta fiesta andaluza propiciará el debate sobre el apoyo del Ajuntament de Palma a otras celebraciones de la cultura mallorquina.

Lo razonable es exigir idéntico apoyo a otras manifestaciones festivas y sugerir quizá una gran feria multiétnica, con la misma animación que la feria andaluza, en la que tengan cabida todas las culturas y nacionalidades representadas en la Isla.