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Los príncipes de Asturias no tendrán prácticamente que comprar ajuar a su futuro hijo porque se fueron bien surtidos de su visita ayer a Inca. Su llegada despertó un gran fervor popular y fueron muchos los ciudadanos que se presentaron con regalos de toda clase para el futuro infante. Aunque la llegada de los príncipes a Inca no estaba prevista antes de las 12,45 horas, a partir de las nueve de la mañana eran ya muchas las personas que se iban acumulando a lo largo de la calle Germanies para vivir de cerca un acontecimiento único. Rosario Díaz, una malagueña que desde hace 53 años reside en Inca, fue una de las más madrugadoras y esperaba ansiosa para entregar a los Príncipes una ovejita de peluche y tres baberos de la suerte. «Como el Príncipe dijo que quería tener más de dos hijos y menos de cinco pues aquí tienen para cuatro, tres baberos y una ovejita», explicaba entusiasmada. Aunque a la entrada de don Felipe y doña Letizia al claustro no pudo entregarles el regalo, sí pudo hacerlo finalmente a la salida del recinto y se mostraba radiante ante las cámaras.

También con regalito esperaba a las puertas del claustro el joven Juan Pons, que se ausentó del instituto Pau Casesnoves para asistir al evento. De hecho, todos los alumnos de este instituto público que consiguieron permiso firmado de sus padres para acudir a la visita real pudieron ausentarse unas horas del centro escolar. «Les traigo unos patucos azules con corazones rojos porque espero que sea niña», dijo Juan Pons. Tras más de tres horas de espera también cumplió su propósito. Sus gritos de júbilo daban buena muestra de ello.

Mercedes Sánchez y Ana Belén Cepillo también llevaron unos detalles a los Príncipes. «Quiero que sea niña, así que le traigo unos patucos rosas», dijo Mercedes Sánchez. Ana Belén Cepillo entregó «un babero y unos calcetines unisex», aunque también se decanta por una niña «para que cambie un poquito la corona», dijo. Hasta el claustro de Santo Domingo se acercó más de un millar de personas, la mayoría de ellas mujeres que acudían incluso con sus hijos de pocos meses de edad. Los responsables de seguridad se preocuparon especialmente por los más pequeños, a los que dejaron ocupar un lugar preferente a la sombra. Así, hasta el lugar acudieron por ejemplo los alumnos de las guarderías Menuts y Mon Petit, que intercambiaron carantoñas con los príncipes de Asturias. Tanto doña Letizia como don Felipe prestaron especial atención a los más pequeños, que aplaudían siguiendo las instrucciones de sus maestras.