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Joan Carles Palos (Everest)
El gran momento está a punto de llegar. Después de tres días de descanso en Lobuche, los expedicionarios mallorquines volverán mañana al campo base. Oli y los dos Tolos (Quetglas y Calafat) ya han iniciado el velatorio de armas antes del ascenso definitivo a la cima. Todo depende ahora de la última previsión meteorológica, la de hoy. Si definitivamente la ventana se abre a partir de día 23 de mayo, el sábado mismo el grupo subirá hacia el campo II (6.400 metros) para iniciar el ataque final. En caso contrario, la decisión es aplazar varios días la partida. De esta manera, la expedición podría clavar la bandera de Mallorca entre el lunes y el miércoles de la semana que viene.

Los nervios vuelven a estar a flor de piel, aunque la tensión propia de los instantes previos al asalto final de la gran montaña no han debilitado nada la cohesión del grupo. Al contrario, los escaladores mallorquines se encuentran más unidos que nunca y entre ellos no dejan de animarse cuando uno da señales de hundirse. Hace escasamente unos días, recibieron a través del correo electrónico un mensaje de apoyo de José María Àlvarez, Jopela, que está en Katmandú recuperándose de su neumonía.

El escalador declaró que se sentía triste de no poder compartir este momento con el resto de compañeros, sin embargo al mismo tiempo se alegra del equipo que ha quedado por conquistar el Sagarmatha, la Diosa Madre de la Tierra. En cuanto a los días de Lobuche, tres jornadas de descanso, lectura, juegos de cartas, música y duchas de agua caliente han sido como un bálsamo para los tres escaladores. La expedición necesitaba romper la asfixiante monotonía que se respira en el campo base, de los tiempos de espera entre una ascención y otra a los diferentes campos de altura.