A lo largo del día de ayer, en diferentes vuelos, fueron
llegando los integrantes de la operación «Cinquena Illa», en total
76 personas (26 jóvenes y 50 mayores), que durante nueve días
visitarán las Islas buscando a sus familias y antepasados. Los
visitantes proceden de varios países latinoamericanos a los que se
dirigió la emigración balear en décadas pasadas: Argentina (50),
Venezuela y Uruguay (5) y Cuba (21). A media tarde de ayer llegaron
los argentinos y uruguayos, y a pie de la escalerilla los estaba
esperando la consellera de Presidència i Esports, Rosa Puig,
acompañada del director general de Joventut, Juan Manuel Gómez.
Entre los viajeros vimos a Antonia Caldentey, de Argentina, que
nada más poner los pies en tierra sacó de una bolsa de plástico una
foto en la que aparece ella, su marido y el president Jaume Matas.
«¿Sigue siendo presidente? -preguntó a Rosa-. Pues el señor Matas
vino una vez a Buenos Aires a saludarnos, nos hicimos esta foto que
semanas después nos envió». Antonia Caldentey confesó que llegaba a
Mallorca «como Colón, a descubrirla. Por no tener, no tengo
familia. Me han dicho que en Manacor, que es donde nacieron mis
padres y abuelos, a lo mejor tengo suerte y encuentro a algún primo
lejano». Con ella llegaba Lidia Clapés, de San Fernando
(Argentina), descendiente de Eivissa, «donde espero reencontrarme
con mis primos». La gente más joven procede de Argentina. Cinco de
ellas son de Buenos Aires, Mendoza, La Plata y Mar del Plata. Son
estudiantes y, salvo una, cuya familia desciende de Menorca, las
otras tratarán de encontrar a sus antepasados en Mallorca (Palma y
Sant Jordi), isla a la que califican «de lugar muy lindo». Dos de
ellas trabajan, las otras estudian (diseño gráfico, Historia y
Biología).
Rubén Torres, su esposa, Nely Dura, y el joven Luis Lombardi son
tres de los uruguayos que aterrizaron ayer por la tarde con los
argentinos. La ascendencia de Rubén es ibicenca, «no creo encontrar
a nadie, a no ser familiares indirectos». Por su parte, Lombardi,
descendiente de Valldemossa -«lindo pueblo, famoso por su cartuja y
Chopin», dice-, confía en encontrar a unos primos suyos. Catalina y
Margarita Mercadal, la primera puede que la más veterana del grupo
-82 años- son descendientes de menorquines. «Allí nos queda una
prima de 92 años, sus hijos y nietos». Catalina ya conoce Menorca
porque «a los seis años me vine con mis padres, desde La Habana,
durante una temporada». Luego viajaron a Argentina, donde se
quedaron a vivir. «Por eso, yo de Menorca conozco algo»,
recuerda.
Pedro Prieto
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