Tradicionalmente, los meses de verano constituían un claro
respiro en cuanto a las cifras del paro en Balears, por el tirón de
la actividad turística, que experimenta su apogeo en julio y
agosto. Este año los números no son del todo negativos, pero sí
vienen con algunas sombras dignas de ser tenidas en cuenta.
Si bien la afiliación a la Seguridad Social ha crecido este
pasado mes en un siete por ciento con respecto al mismo período del
año pasado -en gran parte debido al proceso de regularización de
inmigrantes-, persisten más de 28.000 parados (prácticamente a
medias entre hombres y mujeres) apuntados en las oficinas del Inem.
De hecho, si nos fijamos en el mes anterior (junio), tenemos 420
desempleados más, lo que supone un 1'5 por ciento de aumento, el
doble que en la media española (0'74 por ciento).
Como ocurre ya de forma reiterativa, casi todos los contratos
firmados en julio, más de 40.000, fueron temporales, reforzándose
así una de las mayores deficiencias del mercado laboral balear,
dominado por el sector turístico y de la construcción.
Con estos datos en la mano, se puede confirmar cierta tendencia
a la recuperación, pero sin poder todavía echar las campanas al
vuelo, pues habría que discernir entre la creación de nuevos
empleos y los que han aflorado ahora gracias a la regularización de
extranjeros. De cualquier forma, que el número de parados aumente
entre junio y julio, cuando estamos en lo más alto de la temporada
turística, no deja de ser un elemento para la reflexión, en un
Archipiélago en el que, además, llegará un día en que se terminen
las grandes obras públicas emprendidas recientemente, con el
consiguiente fin de contrato para muchos de trabajadores.
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