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OLGA QUINTANILLA
Tiene 48 años y es natural de Burgos. Recuerda que llamó a Pedro Pérez Gómez, un experto apiterapeuta que pronunciará el martes una conferencia en Palma invitado por eClub Ultima Hora, por mediación de una persona que fue paciente suyo y que se había curado de una artritis gracias a la picadura de abeja. «Al principio sorprende y puede que no te lo creas pero cuando estás tan mal y llevas un año de medicación intensa de nueve pastillas diarias y una inyección semanal y que eso no te hace efecto, cualquier cosa que te digan que cura te aferras a ello con toda la fe del mundo», afirma Pilar González, que padeció una artritis soriásica. Pedro Pérez tardó poco tiempo en incluirla entre sus pacientes a pesar de su apretada agenda de visitas. «Fui con mucha fe hasta Alcalá de Henares -donde tiene la consulta- pero en el estado en el que estaba no tenía otra opción. Mi caso es tan especial que la gente todavía no se cree mi mejoría. Pesaba once kilos más y estaba abotargada debido a las altas dosis de cortisona que tomaba. Hay gente que puede dar testimonio de mi físico de entonces y del que tengo ahora, tres meses después. Ahora hay personas que no me reconocen».

Su tratamiento duró cuatro meses. Durante el primer mes, explica Pilar que «las abejitas lo que hicieron en mi caso fue una limpieza de los restos de toda la medicación que estaba tomando. Sus picaduras me produjeron constantes diarreas pero confié en Pedro Pérez, quien me dijo que no me asustara, que era el proceso curativo de las abejas. Fue un proceso duro porque no es plato de buen gusto que te pique una abeja y menos cinco o seis pero lo aguantas por los dolores que tienes».

«Mi cara estaba hinchada por la cortisona y por las consecuencias que se derivan de su tratamiento que es el consumo desmesurado de dulce, no tenía cuello pues se juntaba con el escote, respiraba muy mal e incluso el hablar me hacía daño». Con el tiempo Pilar aprendió a picarse ella sola con las abejas. «Al principio mi reacción fue que de ninguna manera, no quería ni mirarlas», afirma. Tardó dos meses y medio en picarse por sí sola y durante un mes se picaba dos o tres abejas diarias mientras que algún día descansaba. «Pedro en la consulta me picaba alguna vez con seis abejas hasta que mi organismo dijo un día que ya se sentía bien y que no necesitaba tantas abejas». Ahora cuatro meses después de tratamiento, Pilar reconoce que estuvo a punto de tirar la toalla al principio. «Ahora me siento tan bien que creo que estoy sintiendo adicción a las abejas».