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Todos sabemos que el cine es el arte más cercano a la mayoría de la ciudadanía y también, en muchas ocasiones, el que lanza un mensaje más claro y fácilmente captable. Por eso hay que felicitarse por la abultada presencia en la competición por los Oscar de varias películas que abordan temas polémicos de fuerte cariz social. Son situaciones que se dan todos los días, en todos los lugares, ante las que muchas personas, demasiadas, prefieren girar la cara y mirar hacia otro lado. Por eso es importante que directores de cine comprometidos con la realidad de este siglo XXI hayan decidido no sólo mirar, sino fijar ahí el objetivo de sus cámaras y contarnos historias humanas que pueden tocarnos el corazón.

La mezcla cultural, el racismo, la marginalidad y la violencia se dan cita en la cinta ganadora del Oscar a la mejor película, «Crash», que aborda situaciones tan complicadas como las que genera la droga, el abuso de poder, la desigualdad social y las difíciles relaciones entre inmigrantes de todos los puntos del planeta en una ciudad inhóspita como Los Àngeles. Quizá nos resulte lejano, pero aquí, cerca de nuestra confortable existencia, también hay problemas de esta índole y es bueno que nos fijemos en ellos, para dar paso a la reflexión y a la definición de qué clase de sociedad queremos.

La homosexualidad y las dificultades que muchas parejas gays encuentran para vivir con normalidad su amor es otro asunto ampliamente tratado en el cine de estos últimos meses. Una realidad milenaria, presente desde el origen mismo de la humanidad, que todavía hoy muchos se resisten a aceptar, como las libertades y los derechos humanos que proclaman otros filmes -«El jardinero fiel»-, por desgracia aún de plena actualidad.