Errar por el desierto no implica la existencia de la Tierra
prometida». Así lo afirma Paul Auster. Atravesar corriendo, con 9
kilos de peso en la mochila, 240 kilómetros en 6 etapas con
temperaturas que oscilan entre los 0 y los 50 grados es lo más
parecido a una locura. Para algunos además es una experiencia
inolvidable, un reto o bien un desafío personal. No corren por
dinero, ni por convertirse en famosos. Su objetivo es superarse a
sí mismos en tierra de nadie.
Dos mallorquines dejarán su huella en la Maratón de las Arenas
que se celebra el próximo 7 de abril en el desierto de Marruecos,
una de las carreras más duras del mundo.
Trinitari Comari, de 45 años, natural de Manacor y Sebastià
Garí, vecino de Inca, de 64 años, serán los únicos mallorquines que
participarán en esta carrera que se celebra desde hace 20 años.
Para Comari será su segunda vez. Unos 700 participantes de todo el
mundo se apuntan a esta carrera.
Desde hace más de 10 meses ambos se están preparando durante
tres horas diarias para afrontar este duro reto. Realizan, cada uno
por su lado, entre 130 y 170 kilómetros semanales. Los domingos se
reúnen en Cala Mesquida para entrenarse conjuntamente por las dunas
de la playa. La organización los puso en contacto y para ellos ha
sido una oportunidad única de intercambiar opiniones y de
prepararse para la maratón.
«Es muy duro pero vale la pena. Es una de las mejores
experiencias de la vida», explicaba Trinatari Comari, pese a que la
vez anterior perdió siete uñas en el trayecto e incluso quiso
abandonar la prueba. «Cuando estas allí te arrepientes, tiras la
mochila, lloras de cansancio y dices me voy, pero luego compensa.
De hecho volveré a participar».
«Siempre hay que tener alguna locura. Si eres capaz de afrontar
este reto, ya estas preparado para todo», exponía Garí.
La distancia que tendrán que recorrer son 240 kilómetros
repartidos en una semana. Las tres primeras etapas oscilan entre 25
y 30 kilómetros. Sin lugar a dudas, la etapa más dura es la cuarta
que son 80 kilómetros y incluye una parte nocturna. Tras esta hay
un descanso, posteriormente una maratón de 42 kilómetros y una
sexta etapa más corta de unos 20 kilómetros.
Tanto Comari como Garí llevan una vida muy sana y tienen que
seguir una dieta muy estricta para ser capaces de afrontar esta
carrera. «Corremos con todo lo que necesitamos en una mochila. Nos
llevamos la comida deshidratada, almendras, galletas energéticas y
pastillas para recuperar los minerales. También llevamos la ropa y
los sacos de dormir. Una bomba chupaveno para las posibles
picaduras de escorpiones. Luego la organización aporta un kit de
supervivencia compuesto por una bengala, pastillas de sal y
bastoncillos luminosos».
Assumpta Bassa
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