Moscú se ha convertido en una capital europea que busca su propia identidad. Comunismo y capitalismo van por el mismo camino a una velocidad «revolucionaria», pero con las rémoras de un régimen que ha marcado durante décadas a una población y nación. El acto inaugural de la feria turística MITT no fue más que el botón de muestra de la esquizofrenia que vive la capital rusa entre un querer y no poder, en donde las estructuras políticas hacen aguas por todo los lados por su falta de modernidad y estrecheces de miras. Mafias, corrupción, prostitución, locales nocturnos de superlujo, restaurantes demandados por todos los gourmets del mundo, entre ellos el Cipollino cuyos fogones están al mando del mallorquín Adrián Quetglas, y la implantación progresiva de los logotipos del capitalismo, léase McDonalds, son el modus vivendi en una capital en la que viven, oficialmente, 11 millones de habitantes, pero que en la realidad su número supera los 15 millones.
Una ciudad de contrastes
La capital rusa está viviendo una auténtica «revolución» capitalista
30/03/06 0:00
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