Finalmente el juez Grande Marlaska decidió dictar auto de
prisión eludible bajo una fianza de 250.000 euros para el líder de
la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi. Desde algunos sectores han
manifestado sorpresa e, incluso indignación, por la imagen de un
Otegi camino de la cárcel, porque consideran que se trata de un
personaje crucial en el proceso de negociación que el Gobierno de
Zapatero debe emprender con el entorno de ETA una vez decretado el
alto el fuego. Pero en una sociedad como la nuestra, que se rige
por el Estado de Derecho, los jueces actúan, por lo general, en
estricta aplicación de la ley, con escaso margen para
interpretaciones de otra índole.
Dicho esto, es lógico que el juez Fernando Grande-Marlaska, que
considera a Otegi «autor mediato o inductor» de los 108 actos
violentos ocurridos durante la huelga del pasado día 9 en el País
Vasco y ve «sólidos indicios de criminalidad» sobre la
participación de Otegi en un delito de integración en organización
terrorista, se haya decidido por una elevación de la fianza y por
la prisión eludible.
El caso es que la decisión de encarcelar al líder batasuno puede
interpretarse desde los sectores abertzales como una piedra en el
camino de la pacificación, aunque en un proceso de este calado no
será la primera, ni la última. Es razonable pensar que nadie en
este país está al margen de la justicia y, por ende, si hay delito
el juez debe actuar sin reparos.
En cualquier caso, la actuación de la Justicia debe ser la de la
aplicación de la legalidad vigente, que no puede ni debe ser
quebrada por nadie en aras de una presumible negociación. Todos
estamos sujetos a la obligación de someternos a las normas y si se
producen excepciones estaremos ante una importante quiebra del
sistema de imprevisibles consecuencias. No obstante, conviene que
se extraigan las conclusiones pertinentes si se pretende alcanzar
un diálogo con Otegi u otros presuntos interlocutores que tengan
causas pendientes. El camino en el proceso de paz, como dijo
Rodríguez Zapatero, será largo y difícil. Este caso es un buen
ejemplo.
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