Las últimas imágenes captadas por la BBC sobre los ataques de tropas estadounidenses a la población civil iraquí ponen los pelos de punta. Las autoridades de Washington se apresuran a prometer investigaciones sobre los hechos y a defender la «intachable» actuación de sus militares desplazados a la zona. Una actuación que, visto lo visto, deja mucho que desear y entra de lleno no sólo en la más flagrante vulneración de los derechos humanos, sino en el más deleznable de los comportamientos posibles: asesinar a un niño.
Son clarísimas las imágenes hechas públicas por la televisión británica y no hay excusa ni justificación. Los cadáveres de ciudadanos iraquíes ajenos por completo al conflicto armado, entre ellos mujeres, ancianos y niños, ponen de manifiesto el calado de lo que está ocurriendo allí.
Lejos de llegar una verdadera democracia -que no es tan fácil de exportar como creía el Gobierno norteamericano-, lo que se ha extendido por el país es el caos, el crimen y el sálvese quien pueda.
En este escenario, las tropas estadounidenses están dando ejemplo de lo que jamás debe hacer una fuerza extranjera cuando ocupa un territorio: prepotencia, precipitación, violencia y métodos del todo censurables.
Es probable, como dice Rumsfeld, que el 99 por ciento de sus soldados hagan gala de un comportamiento modélico, pero debería controlar lo que hace ese uno por ciento restante que está vulnerando la ley de forma palpable. La anunciada retirada de Italia después de que España hiciera lo propio no hace más que confirmar que Irak se ha convertido en un avispero del que lo más razonable es salir, aunque las consecuencias para los iraquíes sean nefastas.
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