Catalunya vuelve a convertirse en protagonista con el inicio de la campaña del referéndum del Estatut al que están llamados a votar los catalanes el próximo día 18. Como es habitual, lo que debería haber sido un proceso de cariz autonómico y en clave estrictamente catalana, ha sido aprovechado por los grandes partidos como arma arrojadiza en el circo de la política nacional, dadas las implicaciones que el texto podría tener en la Constitución española.
Ahora veremos y escucharemos los mensajes de siempre, pero amplificados. El Estatut que finalmente ha salido del Parlamento se parece poco, quizá, al que aprobaron los partidos con representación en el Parlament autonómico y quienes lo defienden -PSOE y CiU, básicamente- tendrán que explicar a los ciudadanos los cambios habidos en la tramitación. Y quienes se negaron a él desde el principio -el Partido Popular- tendrán que derrochar energía para salvar la cara de la campaña antiestatutaria que han llevado a cabo desde hace meses. Mención aparte merece la posición de Esquerra Republicana, que ha tenido que elegir entre la representación política y la conciencia, dando la espalda a este Estatut «descafeinado» que, en su opinión, ha sufrido modificaciones tan drásticas que resulta irreconocible.
Serán dos semanas de campaña, de acusaciones, de defensas de unas posiciones y de otras. Escucharemos los mensajes apocalípticos, los pragmáticos y los agoreros. Y todo con el telón de fondo de unas elecciones autonómicas y municipales que los partidos ya ven a la vuelta de la esquina y unas generales que se vislumbran en el horizonte a dos años vista que, aunque pueda parecernos muchísimo, para los políticos significa el momento de empezar a calentar motores.
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