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Finito de Córdoba junto con su mujer, Arancha del Sol, y la hija de ambos pasan quince días de vacaciones en Mallorca. Como bien diría Josemi Rodríguez Siero, les acompaña una doncella muy pendiente de la pequeña, aunque realmente quienes siempre estuvieron pendientes de la cría fueron sus padres, sobre todo Arancha, que desde que es madre ha relegado su profesión a un segundo plano. Aunque el diestro, sobre todo en sus años de soltero, frecuentó la Isla, al igual que su guapa esposa -aunque ella no tanto-, pensamos que ésta es la primera vez que están los tres juntos, además descansando y muy felices.

Hace unos días, desde la redacción, una compañera llamó a Arancha con el fin de que nos concedieran una entrevista, o cuando menos un ligero posado, o si nos apuraba, hasta con robado-posado nos conformábamos, por supuesto no revelando el lugar donde estaban, pero ella, dulcemente y con enorme cortesía, declinó. Se excusó en que habían venido con unos amigos «a descansar», por lo que no tenían intención de variar los planes. Y... bueno, pues helos ahí, felices, ejerciendo de padres y disfrutando del mar en una playa discreta, con la pequeña, sin duda la reina de la casa. Que mirándolo bien, mejor que no aceptaran el posado, pues de este modo, «amatojados» es como mejor se descubre cómo son las personas, y por lo que vimos desde nuestro observatorio a escasos metros de ellos -nuestra suerte, a veces, es que los famosos no nos conozcan-, ambos están muy pendientes de la niña y a la vez pendientes el uno del otro, como si se acabaran de enamorar, que es cuando el fuego y la pasión domina los sentidos. Hermosas fueron las secuencias que se sucedieron estando la pequeña jugando con la niñera en la orilla y Arancha tumbada sobre la colchoneta que flotaba a unos veinte metros sobre las cristalinas aguas de la cala. Entonces, nadando sigilosamente se acercó el diestro y la acarició, correspondiendo ella con una mirada llena de ternura y complicidad. ¿Qué se dirían? Porque desde la distancia podemos ver, pero nunca escuchar. Pero seguro que se dirían algo bonito.

La jornada playera, que comenzó a media mañana, se interrumpió por el almuerzo, para reanudarse una vez que hubo finalizado este. Y una sola vez quedó alterada. Fue de forma inesperada, cuando las dichosas medusas, que entraron a traición en la zona en la que se estaba bañando, les atacaron, llevándose casi todas las picaduras Finito y la pequeña, que en la playa a base de crema trataron de aliviar. A tenor del rictus doroloso que afloró en el bello rostro de Arancha cuando su marido le mostró la pierna, las picaduras debieron de ser dolorosas. Así que se buscaron otro trozo de mar, y tras cerciorarse de que en él no había de esos celenterios tan traicioneros y completamente mimetizados con el agua, que se dedican a complicar el veraneo a muchos turistas, terminaron el día jugando los tres, como si se persiguieran, tras haberle colocado a la niña unos flotadores en los brazos.

Pedro Prieto