Elena Cué , con su hija en brazos, desembarcando. Foto: JULIÁN AGUIRRE

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Alberto Cortina, su esposa, Elena Cué, y la hija de ambos, nacida en Madrid el pasado mes de marzo, salieron ¡por fin! de su casa mallorquina tras haber permanecido en ella tres semanas sin pisar, como quien dice, la calle. Pues bien, ayer disfrutaron de una jornada en alta mar. A media mañana y sin muchas prisas, la pareja acompañada de la pequeña y un equipo de ayudantes personales subía a la embarcación que llegó el pasado viernes.

Un barco de grandes dimensiones, ideal para disfrutar de la pesca de altura; una de las grandes aficiones de Alberto Cortina, que a buen seguro comparte con su mujer, quien es también gran aficionada a la caza. El caso es que tras subirse todos a bordo, incluido el capazo de la pequeña, pusieron rumbo a una de las calas más idílicas de Mallorca.

Una vez fondeado el barco, los marineros se pusieron a realizar trabajos exteriores, que si limpiar cristales, que si recoger los cabos, bollas y demás, vamos que poco pararon en el interior, todo lo contrario que los señores, pues tanto Alberto Cortina como Elena Cué no salieron a disfrutar del sol, ni de la brisa marina, ni de un refrescante chapuzón. Se limitaron a estar durante seis horas en el interior del barco hasta zarpar de nuevo rumbo al puerto de Sóller, donde les esperaba un «segurata» personal, quien además hace las labores de chófer y que esperó todo el día en el puerto.

Pedro Prieto