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JULIÀN AGUIRRE
No fue un despertar como cualquier mañana. La pequeña Mar, de tres años de edad, sabía que era su primer día de colegio. Por fin iba a ir al colegio de los grandes. Durante todo el verano lo ha dicho a amiguitas y familiares. Ilusionada y un poquito nerviosa, por dicho momento, parecía que era consciente de que el día había llegado. Se despertó entusiasmada, sabiendo qué ropa debía ponerse, pues la noche anterior lo preparó todo. A pesar de levantarse con energía, corre a la cocina donde le espera su desayuno, una taza de leche con galletas y un zumo. Lavarse los dientes y la cara son el siguiente paso, antes de quitarse el pijama, pues después de vestirse su madre la peina. No hay mucho tiempo para entretenerse ya que antes de llegar a clase hay que sortear el atasco de vehículos. Camino del Sagrado Corazón, centro donde comenzará su educación escolar, Mar mira por la ventanilla del coche. Observa a los niños con mochilas y carpetas, agentes de policía regulando el tráfico de las rotondas, coches llenos de niños y un ambiente de primera hora de la mañana que anteriormente no había vivido. Puntual llega al colegio Sagrado Corazón de Palma, acompañada de su madre y su padre, Mar mira con atención cuanto le rodea. Decenas de niños le pasan correteando, el colegio es mucho más grande que la 'escoleta' a la que iba. Comienza a darse cuenta de que la cosa va en serio. En la puerta de la clase, su nombre encabeza la lista de los alumnos de Dolors, la profesora que durante los próximos meses guiará su educación y enseñanza. Dolors se presenta a Mar. Está tímida y avergonzada, y se esconde tras las piernas de su madre y en voz baja le dice su nombre completo. La profesora charla con los padres y Mar ya está jugando con otras niñas de su clase. La primera mañana pasa rápido, no le ha costado adaptarse, pero hoy jueves, su segundo día, la cosa va más en serio. Es el inicio escolar de una nueva generación en nuesta comunidad balear.