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Ya están aquí los kegel Club. Y se nota, eh. Sobre todo de jueves a domingo, que es cuando llega el grueso. Serán tantos los que aterricen en este fin de semana, que los hoteles comprendidos en la denominada zona germanizada van a estar llenos. Los kegel club son grupos masculinos y femeninos -que una vez aquí puede que se mezclen-, aficionados al juego de bolos que llegan a Mallorca con la intención de pasar tres o cuatro días lo mejor posible a base de beber, comer, tomar el sol, terraza y discoteca. No les hablen de la Catedral, sa Llotja y el Castillo de Bellver, que no les interesa. Su cultura es la diversión. Suelen llegar puntualmente en dos meses: mayo, los «kegel» más jóvenes, y septiembre, los más veteranos, por tanto de mayor poder adquisitivo.

Estuvimos con tres de estos grupos -Dusseldorf, Colonia y Bremen-, que vienen a Mallorca desde hace 17 años, y nos manifestaron que diariamente entre comida y bebida suelen gastar unos 50 euros. No está mal. Eso sí, echan a faltar la música. «¿Qué pasa este año? En Alemania se comenta que la Platja de Palma se ha convertido en un geriátrico, ya que no hay la diversión de antes, sobre todo en las terrazas. De seguir las cosas así -apunta el de Colonia- a lo mejor el año que viene nos vamos a Bulgaria».

No es la primera vez que escuchamos la misma queja: falta de música, y el mismo nombre como alternativa a Mallorca: Bulgaria. Sin embargo, en esta Platja de Palma adormecida, siguen campeando a sus anchas rumanos delincuentes, rateros, prostitutas callejeras, etc. Observamos que por las mañanas, en la playa, a donde acuden en masa a solearse, a beber y a celebrar algo, se montan la animación a base de enormes radio-CDs, que emiten la música que les apetece. Ese impresionante aparato y el cubo -o la carretilla repleta de cervezas y sangría, inmersas en cubitos de hielo- es el símbolo dekege. Igual sucede por las noches, que a falta de música en las terrazas, compran las bebidas en el súper y se montan el botellón en el murete que separa el asfalto de la arena. De madrugada, Emaya, que pagamos todos, limpia los cascotes.

Pedro Prieto