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Cielos nubosos, oleaje, banderas amarillas, tumbonas vacías y levantadas y una insólita tranquilidad para disfrute de unos pocos bañistas, fue el panorama que dominó el pasado viernes en las playas de Mallorca como anuncio puntual del inminente cambio de estación. El fin del verano era ayer evidente, pero relativo el mal tiempo que ensombrecía el panorama a lo largo del litoral mallorquín no parecía definitivo, como presagiaban las altas temperaturas registradas durante toda la jornada, que invitaban a un baño refrescante, quizás uno de los últimos. Los plomizos nubarrones que cubrían los cielos por la mañana fueron abriendo algunos claros por los que se filtraron tímidos rayos de sol que animaron por momentos el panorama. En las playas turísticas los amantes de la tranquili-

dad pudieron disfrutar de una apacible jornada con grandes espacios libres en la arena y una atmósfera llena de una quietud que invitaba al relax y al recuerdo de otros finales de verano con sus momentos felices, frustraciones o instantes irrepetibles. En es Trenc un continuo oleaje cubría de espuma esta kilométrica playa confiriéndole un aspecto prematuramente otoñal entre la punta de la Colònia de Sant Jordi y ses Covetes. A medida que el sol fue ganando por momentos, terreno a las nubes, sus arenas fueron llenándose de visitantes cuya presencia, dada su extensión, en ningun momento llegó al punto de eliminar la sensación de vacío que ofrecía, evocando su imagen de gran arenal virgen de antaño. Intrépidos bañistas desafiando el oleaje, otros tratando de tostarse a un sol que no terminaba de aparecer, alguna chica buscando conchas en la arena, niños jugando con sus cometas y chiringuitos apurando sus últimas horas del verano con terrazas donde por primera vez en meses disponían de bastantes mesas vacías, componían una escena playera no exenta de encanto tras los agobios derivados de la masificación.

Gabriel Alomar