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El viaje del presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, a España ha originado polémica por la supresión de la visita al Congreso de los Diputados, en el que estaba previsto que firmara en el Libro de Honor, por «motivos de agenda», según fuentes oficiales, aunque en el trasfondo se encuentra, naturalmente, la oposición manifestada por Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya (IU-ICV), Partido Nacionalista Vasco (PNV), Coalición Canaria (CC) y Bloque Nacionalista Galego (BNG).

Obiang, que según la revista «Forbes» ocupa el octavo lugar entre los líderes políticos más ricos del planeta, ciertamente es un dictador y, como tal, merece el repudio de los demócratas. Su régimen se impone mediante la tortura, silenciando a los medios, encarcelando a los disidentes, asesinando a los opositores de forma impune. Además, mientras su riqueza crece a causa de los yacimientos petrolíferos, su pueblo sigue inmerso en la peor de las pobrezas. Es, por tanto, completamente execrable y es comprensible que exista oposición a que semejante personaje figure en un lugar de privilegio entre los ilustres visitantes que han estado en el palacio que alberga, nada más y nada menos, que la soberanía del pueblo español.

Ahora bien, el resto de las entrevistas, con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, así como la cena con el Rey, se han mantenido. Evidentemente no se puede marginar a un jefe de Estado que ha sido invitado formalmente.

Y, por otra parte, el rechazo del Congreso sienta un precedente. No hace tanto que recibíamos la visita del presidente chino con todos los honores, sin que nadie suprimiera uno solo de los actos previstos. Innecesario es decir que China tampoco es un paradigma de libertades ni de respeto a los derechos humanos. Tal vez haya que actuar con mayor tiento y reflexión en las invitaciones a jefes de Estado y en las relaciones internacionales para evitar situaciones complejas e indeseadas.