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Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, acudió ayer a la T4 para comprobar con sus propios ojos las consecuencias del brutal atentado de ETA. Lástima que lo hiciera tarde y por detrás del principal partido de la oposición. Zapatero no ha tenido el empuje suficiente como para acudir al aeropuerto de Barajas el mismo día 30 de diciembre y tranquilizar a los españoles anunciando un cambio de actitud en su política antiterrorista, ante los nulos resultados de la negociación. No ha sido así.

En su lugar, y contra todo pronóstico racional, ayer afirmó mantener el firme convencimiento de que se va a conseguir la paz y anunció que su determinación y energía son mucho mayores que cuando se inició la negociación con ETA.

Todavía se desconoce en qué se apoya el presidente del Ejecutivo para mantener un optimismo fuera de lugar y, por el momento, sin fundamento. De hecho, la Ertzaintza localizó ayer en el valle vizcaíno de Atxondo un bidón con cien kilos de explosivos dispuesto a ser usado de forma inmediata, hallazgo que se produce cinco días después del atentado en Barajas y que viene a confirmar la escasa voluntad de la banda terrorista de abandonar la violencia.

Zapatero, que no quiso confirmar la ruptura del proceso anunciada por el ministro Rubalcaba, reitera, como novedad, que va a poner toda su determinación para conseguir la paz, algo que la ciudadanía confiaba que estuviera haciendo desde hace nueve meses, cuando ETA declaró una tregua permanente.

El presidente del Ejecutivo debería ser más claro y dejar a un lado sus esperanzadoras proyecciones de futuro. Hoy por hoy la banda terrorista sigue armada y con evidentes intenciones de volver a cometer un atentado, y el Gobierno no sabe qué hacer para hacerle frente.