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CARLES DOMÈNEC-BARCELONA
Al llegar José Luis Pomar al quirófano, dos cirujanos llevan más de media hora con un enfermo a corazón abierto. El doctor mallorquín parece adoptar decisión, calma y conocimiento, en el momento adecuado, a una maniobra difícil en un paciente de 85 años, quince menos que los del Hospital Clínic de Barcelona, desde que el pasado octubre cumpliera su centenario.

El catedrático dice que «somos muy importantes tanto en los aspectos tecnológicos como en la investigación clínica de las enfermedades más usuales». Especialista en hipertensión arterial, Coca subraya que «la tecnología de imagen no invasiva es uno de los mayores avances ya que sin hacer daño podemos saber muchas cosas, algo impensable en mi época de residente», apostilla.

La observación de un corazón abierto en pálpito incesante es una visión que provoca un fuerte vacío y un ligero vértigo, aunque la sensación deber ser muy diferente en el caso de Pomar, acostumbrado a operar entre 5 y 7 pacientes cada semana. José Luis Pomar es el jefe de la sección de Cirugía Cardíaca de Adultos del Hospital Clínic de Barcelona y profesor titular de Cirugía de la Universitat de Barcelona, donde coordina toda la asignatura de cuarto. Es también uno de los tres directores de la Escuela Europea de Cirugía Cardíaca, con sede en la localidad italiana de Bergamo.

«En cirugía de corazón, el Clínic es el hospital que más opera de todo el Estado», explica Pomar. Para el cirujano, «la sensación es que es tu casa, algo que lo diferencia de otros hospitales de la Seguridad Social ya que la implantación de los médicos es muy importante». Pomar llegó al Clínic procedente del Instituto de Cardiología de Montreal, y tras haber trabajado en Pamplona y Santander. «Me ofrecieron estar 6 meses en el Clínic en abril de 1983, y me enganché, ya llevo 23 años».

Nacido en Palma aunque «a todos los efectos en Artà», Antonio Coca garantiza que el hospital «tiene un trato muy humano por lo que el paciente se siente tan vinculado que no quiere el alta». El doctor mallorquín ha pasado por todos los puestos hasta llegar a director del Instituto de Medicina y Dermatología, jefe de Medicina Interna y de la Unidad de Hipertensión en el Clínic.

Por su parte el director del Instituto de Enfermedades Digestivas, Vicente Arroyo, nació en Ceuta y pasa la tercera parte de su tiempo en Mallorca. Casado con una isleña, su casa de Ses Covetes (Campos) «es más grande que la de Barcelona». Su vinculación con Mallorca no termina ahí. Arroyo recuerda que «el 80 por ciento de los trasplantes de mallorquines se hacen en el Clínic», como el primer trasplante de hígado de donante vivo en España, hace 6 años, que fue precisamente entre dos mallorquinas. Una hija donó a su madre la mitad del hígado y el «trasplante fue muy bien», rememora Arroyo, quien recalca que «es una intervención compleja, con complicaciones y un 0,5 por ciento de mortalidad». Miembro del staff del Clínic desde 1972, Arroyo destaca que «lo primero que hacen los donantes es preguntar por el familiar receptor, más que por ellos». Los donantes deben pasar unos controles muy estrictos, basados en criterios éticos y legales, para evitar la comercialización fraudulenta.

Una de las características del Clínic durante los últimos años es la apuesta por convertirse en un hospital puntero, sin miedo a compararse con los mejores centros europeos. Desde hace 10 años, el hospital se organiza por institutos, 15 en la actualidad, en vez de distribuirse por servicios. De esta manera se agiliza el trato con el paciente, cuyos tratamientos puedan implicar a más de una especialidad. Desde 1972, los médicos forman parte de la junta directiva del hospital. En el actual Clínic trabajan unos 800 galenos. El centro pertenece, a partes iguales, al Estado y a la Diputación de Barcelona aunque se transferirá en el futuro a la Generalidad de Catalunya. Dentro del espíritu de progreso constante del hospital, una de las últimas iniciativas ha sido el proyecto de Investigación Biomédica Esther Koplowitz, que el médico general y digestivo, Antonio de Lazy, define como «un momento histórico a nivel estatal». Fue él, junto a Vicente Arroyo, el encargado de hablar con la empresaria. El Clínic acababa de comprar un solar que quería aprovechar para la construcción de un centro de investigación. «Esther Koplowitz nos preguntó por el coste que era de unos 10 a 13 millones de euros», relató el mallorquín.

De Lazy se sorprendió en una segunda visita a la emprendedora madrileña ya que esperaba que «nos daría 2 o 3 millones, pero donó 15», lo que permitirá que el centro se inaugure en el 2009, 10 años antes de lo previsto. El doctor invoca a «los señores ricos de España a que imiten a Koplowitz», y defiende que «en Mallorca también tenemos ricos, por lo que pueden hacer lo mismo».