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Hace unos días se presentó en Can Gazá el libro Marginàlia, del que es autor Jaume Mateu i Martí, colaborador de Jaume Santandreu en cuestiones de marginación, por tanto persona más que informada sobre este asunto, por lo cual la lectura de su texto es muy recomendable.

Al margen de otras entidades que combaten -o que han combatido- la marginación en sus distintos frentes (sin techo, alcoholismo, drogadicción, etc.) como Projecte Home, Ciprés, Deixalles, Minyones, etc., nadie discutirá que, junto con otros voluntarios, muchos de los cuales ya no están, o bien porque ya no se encuentran en este mundo o porque un buen día decidieron caminar por otros senderos, Santandreu fue el primero que puso el problema sobre el tapete, puede que en ocasiones de forma poco ortodoxa pero necesaria -y única- para demostrar que éste seguía estando ahí. Me refiero a cuando reunió a los marginados en general y los hospedó en una pensión de la calle Apuntadors, de Palma. «Desde las alturas me habían dicho que el problema ya no existía; pero como si existía, lo reunimos en un lugar para que todos los vieran. Aquello fue, sin duda, una bomba, que se resolvió con la explosión de otra, que alguien instaló en la pensión, para amedrentarnos». Por otra parte, todos estaremos de acuerdo en que para albergar la marginación eran necesarios centros, que Santandreu y su gente consiguieron, casi siempre a través de una huelga o una manifestación, centros que hoy siguen ahí.

S'acolliment
Han sido treinta años de lucha, que comenzaron en un albergue de s'Arenal, próximo a la carretera militar, en el mismo lugar en que hoy se encuentra Correos, y hasta donde la otra tarde nos llevó Santandreu, en lo que sería punto de partida de la ruta de la marginación durante las tres últimas décadas, en la que él tiene mucho que ver.

-Le llamamos s'Acolliment, y en él permanecimos tres años. Eran tiempos de Franco, por lo que teníamos que andar con cuidado. La policía siempre estaba controlando desde la puerta, donde habíamos puesto un cartel que rezaba: «Monta y responde, Caritas Diocesanas», y... 'Pues que con la Iglesia hemos topado', debían de pensar los policías antes de actuar. Recuerdo que Gaspar Aguiló era el administrador, y que con nosotros estaban, entre otros, Paco Obrador, ex alcalde de Calvià, y ex diputado, y Ferrán Gomila, abogado. En s'Acolliment vivían obreros con necesidades vitales y afectivas. Para solventar el problema a muchas madres que iban a trabajar a los hoteles, creamos la primera guardería. De s'Arenal nos trasladamos a Palma, a la plazoleta que hay al final de la calle Seminari.

En ella se encuentra el seminario mayor, edificio al que cuando estudiaba de cura Santandreu se le llamaba La Sapiencia. «Aquí vivíamos ocho seminaristas. Éramos, por decirlo de algún modo, los más brillantes. Teníamos coche para desplazarnos diariamente hasta el Seminario, en la carretera de Inca. Pues bien. Como s'Acolliment se nos quedó pequeño, nos vinimos aquí, que por aquel entonces estaba cerrado. A los dos meses vivíamos unas 170 personas. ¿Te imaginas? ¿170 personas donde antes sólo vivían 8 futuros curitas? Pues sí; ahí nos metimos. Hacinados a veces, pero teníamos un techo bajo el que cobijarnos y un rincón donde dormir. Viendo aquello, nunca imaginé que pudiera haber tanta gente en la calle».

En aquellos tiempos la marginación se organizó en tres grupos. «Nosotros, la Sapiencia, El pueblo gitano, integrado por el tío Kiko y sus hijos, y la Assemblea d'Aturats. Y fue cuando hicimos las primeras manifestaciones de protesta, la primera de ellas en Sant Francesc, en cuyos últimos bancos nos pasamos unos cuantos días. Gracias a esa movilización, conseguimos 700 puestos de trabajos, que nos repartimos entre los tres. A las dos semanas, mientras los otros dos grupos seguían funcionando, nos dimos cuenta de que el nuestro no servía para el trabajo: eran alcohólicos, con muchos problemas e inútiles para trabajar. ¿Qué hacer, pues, con ellos, enfermos de alcohol la mayoría...? Pues como un enfermo necesita un hospital, un hospital le creamos. Fue el Hospital de Nit, que ubicamos en La Misericòrdia, en lo que fue residencia de las monjas mientras La Misericòrdia funcionó como centro de acogida de niño y viejos. Que pudiéramos ir ahí se lo debemos a Jeroni Albertí. Y también que, aparte del hospital, nos pusieran un médico, Miquel Barceló, y una monja. Como cada vez éramos más, y no todos los que acogíamos tenían los mismos problemas, los clasificamos por su gravedad. A los que llegaban de la Península buscando un trabajo, los instalamos en Can Pere Antoni, y allí les dejábamos estar durante dos semanas para que buscaran un apaño. Como los alcohólicos, otros de nuestros acogidos, ni se operan ni se curan, sino que su problema requiere tiempo y paciencia, los colocamos, de acuerdo al grado de alcoholismo entre Son Ribas y Puig des Bous.

Al primer lugar llevamos los más agudos y al segundo los que pudieran trabajar algo. Y como apareció un nuevo inquilino, el yonky, que ni podía restar con enfermos ni alcohólicos, los llevamos a Can Gazá. De este modo, la Sapiencia a través de estos centros, el Hospital de Nit, Can Pere Antoni, Puig des Bous, Son Ribas y Can Gazá, tenía más o menos controlada la situación, aún a sabiendas de que cada vez éramos más. Ni que decir tiene que todo esto no se conseguía así, por las buenas. En más de una ocasión nos tuvimos que encerrar -pocas veces- o protestar, cosa que solíamos hacer en la Plaça d'Espanya. Una vez dejamos a cuatro o cinco encadenados allí en lo que otros dábamos la vuelta a Mallorca exponiendo el problema».

Vuelta a empezar
Como el movimiento marginal de Mallorca estaba más o menos organizado, Jaume, viendo también que se había burocratizado demasiado, lo dejó. Se fue, o le destinaron a Maria de la Salut -«Me destinaron a Melilla», dijo él-, donde permaneció tres o cuatro años. ¿Qué pasó entonces? Pues que la marginación pura y dura, la que sobrevive al lado de la indiferencia social, sea del color de que fuere, siguió creciendo, cada vez más sola, pero más numerosa. La integraban personas sin DNI, que no votan, que no saben trabajar y que viven. Pero que no se cuenta con ellas.

Con un grupo de gente amiga, Jaume retoma el problema. Como desde las alturas le dicen que no existe, pues está controlado, él y su gente, van a demostrar que no sólo está ahí, sino que es mucho mayor que cuatro años atrás. «Fue cuando abrimos la pensión en Apuntadors. Nos los llevamos al centro de Palma. Yonkis, prostitutas, 'sin techo'. Por supuesto que las quejas fueron muchas. Nos cayeron críticas desde todas partes. Pero estaba claro que el problema existía, si no de qué tantas protestas contra nosotros».

Para ponerse a resguardo de aquellas protestas fue cuando Jaume se inventó lo del paraguas social. «Metimos en nuestro grupo a personas de cierta relevancia y muy conocidas en la sociedad mallorquina, Marieta Salas, Antoni Garau, Monse Ferrer y más gente, fundando Es Refugi».

De Apuntadors, «donde nos pusieron una bomba para que nos fuéramos», se trasladaron de nuevo a La Misericòrdia, «pero no arriba, donde seguía el Hospital de Nit totalmente burocratizado y sujeto a normas que esin techo jamás acepta, sino en la planta baja, creando La Placeta. A los que no eran yonkis ni prostitutas, los llevamos a un local que nos cedieron cerca de la plaza de Sa Cuartera, creando en él lo que llamamos El Carrilano, hoy Zaqueo. Un mal día, nos echaron de sa Placeta, con lo cual nos originaron otro problema. ¿Qué hacemos? Es Refugi, a costa de no pocos esfuerzos, adquiere Ca l'Ardiaca, junto al cementerio, y hacia allí nos vamos. Estamos lejos, pero vivimos tranquilos, sin molestar y sin que nos moleste nadie. Con el tiempo, Ca l'Ardiaca se convertirá en un centro denominado Centro para sin techo de baja exigencia, cuya responsabilidad recae en Es Refugi, Consell y Projecte Home. Bueno, yo reabrí Can Gazá con la intención de convertirlo en una comuna para terminales en la que nos autoabastecemos».

Pese a todo, Santandreu considera que la marginación sigue estando ahí, y con la inmigración que padecemos puede acrecentarse en el futuro. Pero mientras tanto, parece que está más organizada que hace 30 años. Nadie duda ya de que la marginación existe.

Pedro Prieto