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Un mes después de que se produjera el brutal atentado en la T4 de Barajas, apenas nada se ha movido en el sistema político. Si antes de que saltara por los aires un módulo del aparcamiento en el aeoropuerto de Madrid ya existía una división casi incorregible entre «populares» y socialistas, el atentado reafirmó a Rajoy en su exigencia de regresar al Pacto Antiterrorista y situó a Zapatero en una situación realmente incómoda.

El presidente del Gobierno, atónito ante los hechos, tardó varios días en anunciar el final de la tregua, obviedad comunicada de antemano por el ministro de Interior, Pérez Rubalcaba. Los españoles, según la última encuesta del CIS, temían nuevos atentados etarras, posibilidad que incluso a Zapatero se le fue de las manos, creyendo a pies juntillas que el PSOE en solitario podría acabar con la barbarie etarra.

Un mes después del atentado lo único que se ha incorporado al panorama político es el final de las negociaciones con ETA, pero con la mirada de Zapatero y de muchos españoles puesta en un futuro sin más bombas y muertos. Treinta días después, la policía desconoce todavía qué explosivo usó ETA en el atentado y en qué cantidad.

El problema suma y sigue ante la falta de un consenso entre las fuerzas políticas y la ausencia, por el momento, de un conjunto de nuevas actuaciones dirigidas a poner fin al terrorismo.

A este panorama hay que sumar la celebración de las próximas elecciones municipales y autonómicas -en más de media España- en el mes de mayo, presión que sin duda utilizarán cada uno de los partidos, radicalizando todavía más sus respectivas posturas y dejando en un segundo plano el necesario consenso que tanto desean los españoles.