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La agenda política, desafortunadamente, viene marcada por la cuestión del terrorismo, los desencuentros que la cuestión provoca y acusaciones de uno y otro lado que, en ocasiones, resultan cuando menos pintorescas. La última de ellas, la generada en torno a la utilización del himno nacional al final de la manifestación del sábado convocada por el Foro de Ermua. De este río revuelto quien saca ganancia únicamente es la banda y su entorno, que son primera página un día sí y otro también. Así, a la detención de 18 de los 19 huidos de Jarrai, con una escenografía preparada milimétricamente por Batasuna, le ha seguido una entrevista concedida por Juan Ignacio de Juana Chaos al diario británico «The Times».

Dejando de lado la cuestión de si el Gobierno abrirá una investigación por la fotografía del etarra atado a su lecho y con la sonda nasogástrica que publica el rotativo, lo importante es el contenido. Es aquí donde se evidencian contradicciones que el común de los ciudadanos considera inaceptables. De Juana se muestra partidario de volver al llamado «proceso de paz», pero, por contra, insensible a todo el sufrimiento que ha provocado, no siente remordimientos por los 25 asesinatos que acumula sobre sus espaldas. Es más, en una retórica pirueta, pregunta si «¿puede culparse al oprimido de las acciones del opresor?» y, yendo más allá, hace el mismo juego con la violada y el violador. Una comparación que, en cualquier otra persona resultaría reprobable y fuera de lugar, pero en un asesino confeso resulta cruel, esperpéntica. Afirma, además, que sólo abandonará su huelga si consigue la libertad y no sólo beneficios penitenciarios.

Es evidente que el camino de la paz debe andar por otros derroteros y no dando pábulo a semejante personaje. La crispación entre PP y PSOE tiene buena parte de culpa de que estos individuos estén copando, en España y en el exterior, el centro de la actualidad.