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Uno de los mayores misterios del sumario del «caso Andratx» -el contenido de la caja fuerte de Jaume Massot- quedó desvelado ayer, cuando una comisión judicial acudió a la entidad bancaria con el objetivo de abrir, con una llave o con la ayuda de un especialista, la polémica caja fuerte. Massot está en libertad con cargos por su supuesta vinculación a la trama de corrupción urbanística en el municipio «andritxol».

Toda la expectativa creada en torno a lo que esa caja podía contener -documentos «comprometedores», joyas, elevadas sumas de dinero- desapareció de un plumazo cuando el especialista de una empresa de seguridad especialmente contratada para la ocasión, procedió a taladrar la caja de seguridad. Entonces, la comisión pudo comprobar con sus propios ojos de que allí no había nada, ni papeles, ni dinero ni «pistas» claves para desentrañar la «operación Voramar». ¿La razón? Según el abogado de Massot, Miquel Capellá, su cliente no empleaba «desde hace años» esa caja fuerte. Por ese motivo, había extraviado la llave. «No han encontrado nada en su interior», subrayó Capellá.

Diez días atrás, la comisión judicial se había encontrado con la sorpresa de que Massot acudió a la entidad bancaria con una llave equivocada. Luego, dejo entrever que la había extraviado.

La caja de seguridad del ex director d'Ordenació del Territori del Govern fue precintada por orden del juez tras estallar el «caso Andratx». Además, sus cuentas bancarias fueron bloqueadas.

Cajas fuertes
El servicio de cajas de seguridad que en la actualidad ofrecen las entidades financieras, comenzó a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XIX con empresas que ponían a disposición del público cajas fuertes mediante el pago de una retribución que le acordaba a su titular el derecho de uso exclusivo de la misma.

En la actualidad, bancos y cajas de ahorros que operan en las Islas ofrecen a sus clientes el poder disponer de este servicio, pero con otros condicionantes mucho más rigurosos y con una doble intervención, que motiva que para la apertura de una caja de seguridad se necesiten dos llaves: la del titular de la caja y la del representante o interventor de la entidad.

El acceso a este servicio se formaliza a través de un contrato con cláusulas predispuestas, que el banco facilita al cliente. El titular suministra todos sus datos, firmando una ficha en la cual quedan éstos registrados y además estampa su firma. Previo pago del canon establecido (ver gráfico adjunto), se da inicio a la relación, adjudicando al cliente una caja de dimensiones y capacidad preestablecida, con un número de identificación de conocimiento reservado.

El acceso a la caja de seguridad, sólo está permitido a los titulares de la misma y a aquellas personas que estén expresamente autorizadas, quienes deberán identificarse y firmar un libro que registrará las entradas o visitas, con especificación de la fecha y la hora. El funcionario a cargo, verificará la identidad y la rúbrica a través del cotejo con la ficha existente en sus archivos.

Todas se ubican en recintos con máximos niveles de seguridad y con control audiovisual.